De joven, en su natal Veracruz, Ernesto Gómez Cruz quiso ser cantante.
“Ese muchacho que probó todos los oficios posibles, de los muchos que iba a tener como cargador de muelles o estibador; cargando los bultos a la orilla del mar, donde también te lanzabas a nadar por las monedas que arrojaban los turistas”, dijo Martha Gómez, hija de Ernesto Gómez Cruz.
Estudió fotografía y se tituló como radiotécnico, pero su rumbo cambió en 1963, cuando fue becado para estudiar teatro, y se convirtió en un actor que transformó la interpretación actoral de México.
Egresado del Instituto Nacional de Bellas Artes, debutó en el cine con una película que cambió su vida: “Los Caifanes“.
“La gran oportunidad de llegar a tu amado personaje: el Azteca. ‘El pájaro y el Zanate’, Constantemente lo decías: ‘De mi soledad voy. De mi soledad vengo. Porque para andar conmigo me basta mi pensamiento'”, recordó Martha Gómez.
Más de cinco décadas de trayectoria en cine, teatro y televisión le han dado un lugar en la memoria de generaciones con su actuación en cintas como, “El imperio de la fortuna”, “Lo que importa es vivir” y “El callejón de los milagros”.
Se le otorgó de forma póstuma la medalla de oro Bellas Artes.
“Esta Medalla Bellas Artes, efectivamente, es un reconocimiento a esa capacidad que él tuvo de decidir su destino, construirlo, forjarlo, ganarse un lugar en una escuela de teatro y después actuar en congruencia.”, destacó Lucina Jiménez López, director del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura.
Familia y amigos como Alberto Estrella, Armando Casas y María Rojo, reconocieron el valor de Ernesto Gómez Cruz.
“Ahora, aún con tu grandeza y con todo tu reconocimiento, Ernesto, sigo sintiendo yo personalmente más que nadie que te debemos siempre algo, te debemos mucho.” mencionó María Rojo.
Se le rindió homenaje en el palacio de bellas artes a dos meses de su partida.