
Sor Juana Inés de la Cruz –también conocida como “la Décima Musa”- nació el 12 de noviembre de 1651 en San Miguel de Nepantla, Estado de México; fue una de las más destacadas exponentes de las letras hispanoamericanas del siglo XVII. Su nombre real era Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana; fue una religiosa jerónima y escritora novohispana. También escribió poesía en náhuatl. El legado literario de Sor Juana Inés de la Cruz permanece vigente. La prosa, el auto sacramental, el teatro y las redondillas de la Décima Musa plasman su espíritu de libre pensadora. Una mujer sui géneris para su época que decidió ingresar al Convento de San Jerónimo, por el anhelo de conocimiento, cuando la cultura de la Nueva España confinaba a la población femenina a asumir funciones de esposas o monjas. Sor Juana escribió -sólo un año después de la “Inundación Castálida” de 1689- la conocida “Carta Atenagórica de 1690”, cuyo nombre original fue La crisis de un sermón en donde contesta un famoso sermón del padre portugués Antonio Vieyra (predicado en Lisboa desde 1650) y donde replica teológicamente acerca de las finezas de Cristo, carta que le costó un fuerte regaño y duras aseveraciones sobre su vida religiosa y sus ratos de ocio en la escritura por parte del Obispo de Puebla, cuyo seudónimo fue para la ocasión del regaño el de Sor Filotea de la Cruz. Sor Juana estuvo interesada en la astronomía, matemáticas, filosofía, mitología, historia, música y pintura, lo cual era mal visto para una monja del siglo XVII. “Respuesta a sor Filotea de la Cruz” es una famosa carta fechada en 1691 en la que responde a las recriminaciones que le hizo el obispo de Puebla, Manuel Fernande de Santa Cruz -bajo el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz- por no dedicarse a las “letras divinas, sino a las humanas”. Sor Juana sufrió persecuciones y fue víctima de la misoginia por ser una mujer letrada y docta, pero también por ser una monja que no se dedicaba solo a la vida monástica. Trató de demostrar en su defensa intelectual que no era ni única ni excepcional, y que hubo muchas mujeres cultas en la historia. Intentó salir del lugar de excepcionalidad para construir un espacio femenino, en el cual pudiera colocarse e inscribirse. En 1693, abandonó la escritura, se deshizo de su biblioteca personal, de sus instrumentos musicales y científicos y su dinero lo dedicó a los pobres. Este cambio drástico en su vida, es explicado por algunos, como un proceso de purificación y desprendimiento de lo material; otros, como Octavio Paz, lo atribuyen a la represión ejercida por Antonio Núñez de Miranda y el arzobispo Francisco de Aguiar y Seijas. En la poesía de Sor Juana hay numerosas y elocuentes composiciones profanas de tema amoroso, como los sonetos que comienzan con “Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba” y “Detente, sombra de mi bien esquivo”. Sor Juana empleó las redondillas para disquisiciones de carácter psicológico o didáctico en las que analizaba la naturaleza del amor y sus efectos sobre la belleza femenina, o bien defiende a las mujeres de las acusaciones de los hombres, como en la célebre: “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis”.