
En México, el culto a la Virgen de Guadalupe va más allá de una expresión religiosa, es un pilar de la identidad nacional y cultural.
La conmemoración del 12 de diciembre aglutina a millones de creyentes. Dicha celebración surge en 1531 cuando se dice que la Virgen se le apareció al indígena Juan Diego Cuauhtlatoatzin, quien, tras la llegada de los franciscanos, abrazó la fe cristiana.
Las apariciones representaron la petición de la Virgen para que se le construyera un templo en el cerro del Tepeyac.
Juan Diego murió en 1548 con fama de santidad. Su memoria y el relato de las apariciones se difundieron por todo el mundo, convirtiéndose en el corazón espiritual de la fe católica.
Cabe señalar que las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac, al norte de la Ciudad de México, están consignadas en el documento llamado “Nican Mopohua“, que fue escrito en náhuatl por Antonio Valeriano.

A este relato, se le ha considerado como una obra de arte de incalculable valor religioso y cultural.
La devoción a la Virgen de Guadalupe se aprecia desde la Basílica en la Ciudad de México hasta las humildes capillas en las zonas rurales, y ha sido un símbolo de resistencia y unidad como sucedió en la lucha por la Independencia de México en el siglo XIX.
Las peregrinaciones, tradición profundamente arraigada, involucra a personas de todas las edades y estratos sociales. Durante éstas, las y los creyentes recorren largas distancias mostrando de esta forma su profunda fe y gratitud hacia la Virgen por los beneficios concedidos.
Hasta la fecha, su imagen se ha incorporado en todos los aspectos de la vida cotidiana y es símbolo de la cultura popular.
