Los tiempos viejos de la tauromaquia y sus novilleros que aun entrenan
Dos hombres de la tercera edad practican pases de toreros, uno con el capote y la muleta, mientras el otro con unos cuernos corría para recordar los viejos en tiempos en que toreaban en fiestas y faenas.
“El Matador” que prefirió no dar su nombre se muevo con suavidad y tranquilidad, carga una gorra de salto, unos lentes y el cubrebocas que caracteriza a los que vivimos en el año 2021. Su historia comienza por los años 60 cuando él tenía 16 años, una época romántica, porque el torerillo carecía de recursos y tenía que andar de raid a donde encuentren toros o ganaderías o como ellos le decían “de maletilla” y llegar a los eventos que denominaron “las tientas” en las que buscaban cual es la vaca con mayor bravura.
Los ranchos se llenaban de niños jóvenes y adultos para torear a las hembras, pues se cree que son ellas quienes aportan el carácter a las crías. Así que al encontrarla con la aluda de los “maletillas” la reservan para el mejor semental que tienen entonces la idea es que la vaca ponga la bravura y el toro ponga la estampa.
Los ganaderos estudian a detalle a sus animales. Ellos dicen que para dar una vuelta al ruedo hay que dar cien vueltas al potrero.
Durante “las tientas” había que rondar a los ganaderos y que te dejen torear a sus vacas y ver si uno la hace y le gusta para que puedas agarrar una novillada (vaca de cuatro años de edad) y darle con lo que uno sabe”, señaló El Matador.
Los obstáculos para vivir del ruedo son complicados. Aunque el talento que alguien pueda tener se desborde, si los empresarios no los consideran una buena inversión será difícil encontrar el sustento entre los toros.
Ahorita los toreros ya no andan a pie ni de raid andan en camionetas lujosas y con sus cosas bien guardadas, antes veías a los tornillos caminar con su gorra novillera, pantalones ajustados y la camisa amarrada, por la carretera o por la calle esto va a terminar en lo que empezó, siendo una fiesta de la nobleza.
El día con buen clima y algo de luz iluminaba el capote rojo y amarillo que ondeaba como si fuese una extensión más de los señores. A mí me llama la atención los banderilleros porque no tienen más que su cuerpo para maniobrar”, menciono el torero.
Aprendió a soportar hambre porque no había comido en dos otros días y de repente cuando caía una lanilla en una novillada pues en vez de gastar en comida se compraba pantalones porque los suyos ya estaban muy toreados.
Dos años bastan para saber si uno la puede hacer o no, y en esas estaba hasta que en la ganadería López en Zacatecas llegaron unos chavales del 12 o 13 años, y se ponían la muleta en la espalda y les ponían el pecho a los pitones (los cuernos). Cuando los vi, tomé una decisión y al llegar a la cueva (casa para los trabajadores en las ganaderías) comencé a reglar mis cosas mi capote y demás”, aseguró el taurino.
Salir sin amarguras del mundo de la tauromaquia, con muchas experiencias y aprendizajes, que según explicó, no encontraría en otro lado; dado los viajes, la adrenalina y las personas que le brindaron tiempo y conocimiento en esos años.
Con la pandemia uno esta inactivo y entran depresiones, que nos matan más que el propio virus y a eso le agregamos el ocio todo se pone mal. Entonces le propuse a Toño que salgamos a hacer un poco de ejercicio y por eso andamos aquí”, concluyó “El Matador”.
El sol se fue y con él los señores que decidieron doblar el capote y la muleta para retirase entre las sobras de los edificios de su barrio.