Migración y futbol. El caso del equipo de Haití FC en Tijuana
La emergencia sanitaria por COVID-19 y la inestabilidad en las políticas migratorias de EUA han orillado a la población haitiana a quedarse en Tijuana
El fútbol es un espacio de encuentro, para un grupo de haitianos que hacen de este deporte un punto de convivencia, recreación y resistencia.
Entre junio y diciembre del 2016, llegaron a Tijuana, aproximadamente, 20 mil personas (que en su mayoría eran haitianas), con el objetivo de solicitar asilo en EUA. Recorrieron más de diez países y se sometieron a un tránsito complicado para llegar a México. La mayoría provenía de Brasil y su objetivo era obtener asilo en el país vecino. No obstante, el endurecimiento de las políticas antiinmigrantes del gobierno de Donald Trump provocó que muchos se quedaran varados en ciudades fronterizas. Desde entonces, han ocurrido cambios en los programas de asilo–se habilitan o se restringen– y aunado a ello, el 13 de marzo del 2020, Estados Unidos decretó emergencia nacional por Covid-19 lo que ha complicado los procesos migratorios.
Todo este contexto ha orillado a la población haitiana a esperar en dichas ciudades fronterizas. Cabe mencionar que algunas personas haitianas han logrado regularizar su situación migratoria en México. También han logrado cruzar, por lo que las cifras exactas, sobre su presencia en la ciudad, es fluctuante.
Hasta el 2020, según datos de la Unidad de Política Migratoria (UPM), se han presentado 24 340 personas de origen haitiano ante las autoridades migratorias. Antes del 2011, la presencia haitiana era de hasta 100 personas por año. En el 2016 se presentaron 17 078 haitianos y en los años posteriores la tendencia ha bajado sin registrar un alza parecida. Si bien es un número menor con respecto a otras poblaciones migrantes, resulta de interés porque permite vislumbrar que la presencia haitiana en el país es un fenómeno significativamente reciente, aunque no de menos importancia.
En Tijuana es una población cada vez más visible y aunque resulta complejo afirmar que han decidido quedarse en la ciudad, es cierto que han encontrado espacios de confluencia como en el fútbol, en cuya práctica “once hombres de pantalón corto son la espada del barrio, de la ciudad o la nación”, como afirmó Eduardo Galeano en El fútbol a sol y sombra (1998).
Futbol y migración
La relación de futbol y migración no es fortuita. Desde su concepción como deporte moderno, en el siglo XIX, fue llevado por inmigrantes ingleses al resto del mundo. A Nuestra América llegó a bordo de los barcos imperiales ingleses, por lo que resulta atinado decir que la historia de los deportes, más precisamente del fútbol, es la historia de la globalización, de la “criollización” cultural (Glissant, 1996; Alabarces, 2018), de la inmigración y de la intervención de los medios de comunicación.
No se sabe con precisión cuándo llegó a Haití pero, a principios del siglo XX, ya había clubes de gran importancia en la isla. A México llegó durante el porfiriato, a finales del XIX, junto a otros deportes como el beisbol –por influencia estadounidense– y el cricket. Bajó de los barcos ingleses, se instaló en los clubs de “alta alcurnia” y con el paso del tiempo, salió a los terrenos de las fábricas y a los campos de las clases trabajadores.
Hay estudios que sustenta que el football proviene de la clase trabajadora y que (como lo ha demostrado la historia, todo lo que viene de abajo tiende a subir, a instalarse por un tiempo, a rechazarse y a bajar con sus propios matices) las clases altas se reapropiaron de este. El eterno círculo de la cultura.
Sin embargo, su historia es mucho más compleja de lo que puedan expresar estas líneas, aunque cabe destacar que fue su naturaleza migratoria lo que le permitió adquirir particularidades y distintos significados.
Esto último es fundamental, ya que se ha construido, al menos en Nuestra América, no como narrativa unificada, tal como afirma, Pedro Alabarces (2018) sino como un entremado heterogéneo que le viene bien a la naturaleza de esta región. Además ha sido una herramienta, para que las personas inmigrantes, construyan formas de integración en los lugares a los que llegan. Estudios provenientes de la sociología y la antropología, han demostrado el papel del fútbol en esos procesos.
No obstante, sobresale una cuestión en este deporte: su universalidad radica en la ingenuidad, la pasión y el estrés que desborda, por lo que las emociones son las vías que han permitido que, sin importar el origen las personas, se haga del balompié un deporte en el que todos y todas somos parte inevitable de este.
Haití en Tijuana y viceversa
En el 2018, un grupo de haitianos comenzó a reunirse, en diversos espacios, para jugar fútbol: “primero jugamos en Rosarito y Otay, con un señor y luego acá en el Florido. Antes jugábamos por la empresa. Cada quién jugaba con su empresa o con amigos. Luego ya decidimos hacer el equipo de Haití FC”, comenta Sony Philemond (capitán del equipo) a la reportera.
Antes de la pandemia, el equipo se coronaba invicto, “ganábamos casi todo”, menciona Sony. Con la pandemia los partidos se cancelaron: “Ahorita ya no jugamos. Las canchas y la liga se cerraron por abril y jugábamos en otras, pero también se cerraron. Buscamos por Otay, pero con esto del Covid cerraron. Estamos esperando hasta cuándo, para volver a jugar fútbol”, señala más adelante Sony.
Haiti FC fue el nombre que eligieron, porque era una forma de rendir su amor al origen. El uniforme que portan es el del equipo mexicano las águilas del América. No todos tienen preferencia por este equipo, saben que levanta turbias discusiones, sin embargo, coinciden en la elección favorita por Brasil. La mayoría de los integrantes del equipo, antes de llegar a México, vivieron un largo período en Brasil. Posteriormente emprendieron su tránsito hacia el norte con la esperanza de cruzar a EUA. Sin embargo, han decidido quedarse hasta vislumbrar un cruce seguro, tener una familia o una situación más favorable, para decidir su rumbo.
Mientras tanto platican a la reportera que también le van a equipos europeos. Sony comenta que él le va “al Real Madrid de España, pues. Tengo muchos: el Real Madrid de España, Arsenal y Alemania. En México tengo al América. De Brasil tengo Parmelas y en Haití, tengo River.”
Dort Iliophen Junior comenta que: “yo de un país, llevo a Brasil, ¿me entienden? Pero del Club Internacional, tengo mucho sentimiento, no puedo decir que soy un fanático, pero tengo mucho sentimiento por el Real Madrid, porque es un equipo que tiene muchos brasileiros que jugaban bien, tengo que mirar por Brasil.”
Y Nicky Gilbert, finaliza señalando que él le va a su país: “yo primero mi país de Haití. Después Brasil, me gusta mucho. De México, el América, porque el uniforme de nosotros es América.”
Las risas no faltan y Nicky comenta que:
en el fútbol no hay fronteras. Es amistad y hermanos.
Para Junior, mediocampista del equipo (“es el chef, el comandante” bromea Sony, para refererirse a este), el fútbol tiene muchos significados, pero para él es el rey del deporte: “en una cancha me gusta la gente, los gritos, escuchar a los fanáticos. Es todo”.
En Haití, el deporte principal es el fútbol: “hay basquetbol, pero el más importante es el fútbol”, se adelanta Sony, para hacer énfasis en que su país hay una tradición futbolera de la que ellos están orgullosos de compartir con la ciudad.
Dalita, directora técnica del equipo, cuenta que a ella al principio no le gustaba el fútbol, que con el tiempo y acompañando a su pareja –el portero de Haití FC– Omar Gutiérrez, fue como le agarró cariño. Ella proviene de Ecuador aunque ya lleva muchos años residiendo en Tijuana. Cuando comenta sobre Haiti FC, se llena de alegría:
Decidimos que el equipo fuera sólo de personas haitianas, porque queríamos darle la oportunidad a personas extranjeras. Yo también soy extranjera. Entonces me pongo en su lugar. Lo que hacemos no es sacar beneficio de nada, yo lo hago por gusto, por placer, porque este es un deporte muy bueno para que los muchachos se desestresen. Ellos trabajan de lunes a viernes, a veces trabajan sábado. Entonces llega el domingo para que vayan a convivir, platiquen un rato, se rían. Al equipo no solamente lo vemos como un simple equipo de futbol, lo vemos como un miembro más de la familia.
Y más adelanta comenta:
Todos nosotros somos miembros de la familia. Nosotros somos una familia aunque seamos de diferentes países. Yo soy ecuatoriana, ellos son haitianos y mi marido es mexicano entonces son diferentes culturas pero nos llevamos bien. Tenemos respeto. Me entienden muy bien lo que yo les digo, yo les entiendo lo que ellos me dicen, aunque hablen muy poco el español. Hay unos que a veces de plano no quieren hablarlo o dicen en su idioma y Sony lo traduce. Ellos mismos piden que en el grupo se hable español y no criollo. Pero a veces sólo hablan en criollo y ya le pido a Sony que me diga qué dicen.
Un partido en El Florido antes de la pandemia
La reportera llegó puntual al encuentro. El partido estaba a punto de comenzar. Hacía mucho frío y el día estaba nublado, típico de un invierno en Tijuana (el engaño radica en que las estaciones se reducen a un corto verano y un largo invierno). Dalita, hablaba con los muchachos, los invitaba a ganar y les daba palabras de aliento. Sony traducía y el equipo escuchaba atento. Al finalizar se ajustaron a sus posiciones.
Suena el silbato. El equipo contrario traía pocos hinchas, aunque no faltaban los primos del delantero, los compañeros del portero y los curiosos que se quedaban del partido anterior o del que le seguía a este. Haití venía sin porra, pero bastaba con la emoción de su directora técnica, cuyos gritos desbordantes incitaron al árbitro para que la expulsara al poco rato:
me sacaron la roja, fue injusto. Y ahora no podré estar en los siguientes partidos. Me he dado cuenta que los árbitros tienen un reglamento, pero no es igual para todos y no deben hacer diferencias con mexicanos y extranjeros. Las reglas tienen que ser justas y castigarlos a los dos igual, la respuesta de ellos es que nuestros jugadores son muy altos y tienen mucha fuerza y yo les pregunto que como los otros se ven muy chaparros, ¿qué no tienen fuerza? ¿Y las patadotas que les pegan a propósito? ¿Y las patadas que les dan a mis muchachos? En eso no se fijan los árbitros. ¿Sabes lo que dijo [un árbitro] a uno de los chicos? ‘Ah, pues es que ustedes son haitianos y son negros’. No se me hace justo que ellos se expresen así, están provocando que los mismos muchachos se vayan a dar duro, porque ellos mismos están haciendo la diferencia y ahí empieza el racismo.
Dalita se aleja y desde el estacionamiento observa el partido. Sigue sufriéndolo, porque de lejos los gritos no son igual. Los jugadores se gritan en creole. Sony toma el mando y suele darles instrucciones al equipo. Antes de que Dalita sea expulsada, Sony suele acercarse con ella, para tranquilizarla o hacerle comentarios del juego. Hay emoción, a pesar del frío, porque los haitianos son rápidos en la cancha, conocen las jugadas de sus compañeros y asumen sus puestos lo que les permite saber por dónde deben tirar. El equipo contrario hace su lucha aunque a veces no logran alcanzar a los haitianos.
Se avecina un gol. Junior toma el balón y se lo pasa a Gloiguens, que es uno de los muchachos más altos del equipo. Se gritan en creole, parece que discuten, pero se debe a los sonidos redondos del idioma que parecen invocar a los espíritus que salvaron a Nicky de la selva del Darién, cuando estaba solo y se perdió en su difícil viaje hacia el norte.
Sigue avanzando Gloiguens y al rebasar el medio campo le pasa el balón a Rosemy. La velocidad de una gacela aturde a cualquier depredador. El equipo contrario no logra arrebatarles el balón que echa fuego.
El portero se preparara, siente la amenaza y aunque no es alto, ha logrado rechazar otro intentos de Haití FC por entrar a la portería. Se observan sus nervios, trata de vislumbrar por dónde llegará el balón. Estira sus brazos, no quita la atención y le grita a su equipo que “¡deben estar acá! ¡Acá!” Sabe que ningún ejército abandona su terreno y que no se debe dejar solo a ningún compañero. Se acerca Rosemy, no tiene dudas, sabe que tirar desde la lateral derecha puede asegurar una pequeña victoria. La han conquistado antes, ya se han hecho conocer y sabe que no es momento para soltarla.
El equipo contrario busca atravesar con alguna barrida. Es inútil, los haitianos han logrado saltarlos. Ni siquiera han alcanzado a Rosemy. Junior le hace segunda, le pide el balón mientras su cabello trenzado se levanta con el viento que lo golpea al correr. Le hace caso, se lo pasa y los pocos pasos se la regresa. Después, sin esperar o dudar, golpea tan fuerte al balón que sale disparado directo a su objetivo. Nadie lo advertía, parecía que iba a acercarse mucho más, para asegurar que la pelota entrara en la portería blanca. El balón vuela y el portero con él.
Desde esta esquina parece que fue un chanfle. Gol, gol, gol. Nadie grita, algunos haitianos cierran su puño como un pequeño e inevitable festejo. Dalita se alegra. No faltan las caras bajas del equipo contrario. Un gol no asegura la victoria de la liguilla, pero sí el paso al partido del próximo domingo. Dalita a lo lejos aplaude y lanza felicitaciones, “¡muy bien muchachos, vamos por otros! ¡Muy bien!” El número 5 y el 8, chocan sus pechos y luego sus manos, saben que un gol siempre es bueno para avanzar.
Uno a cero es el resultado del día. “Nada mal”, les dice Omar acercándose a estrecharles la mano y darles una palmada en la espalda. Omar también hizo lo suyo y logró que ningún balón del equipo contrario amenazara su portería. Se reúnen con Dalita para hablar de la victoria, para organizar el siguiente partido, para darles algunas palabras: “muy bien, muchachos. Estuvo bien, pero no nos confiemos. Esto es un trabajo y debemos seguir así.”
Después de 15 minutos, alguno se cambian, se hidratan y se organizan, para regresar en los autos. Ninguno pretende ir a otro lado, más que a descansar a sus casas. Después de una semana larga viene alguna serie o una llamada con la familia. Nicky va a Tecate, pero antes pasa a dejar a algunos compañeros que le quedan de camino. Todos se despiden en creole, al parecer bromean, sus risas los delatan. Gloiguens se despide en español de la reportera: “Hasta luego, amiga. Gracias por venir. Traigan más gente, para apoyar equipo de Haití”.
Actualmente no hay partidos debido a la emergencia sanitaria. Tampoco han decido su rumbo, sin embargo, Haiti FC mantiene la esperanza de volver a las canchas, para reencontrarse y algún día, por qué no, saborear la victoria y poner en alto a Haití: “porque mi Haití, fue el primer país independiente, el primero”, atina decir Nicky.