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Con muñecos de trapo artesana sinaloense busca difundir su cultura

María Isabel Montiel Ramos es creadora de Anmey, un taller artesanal que hace muñecas de trapo con un objetivo didáctico.

Anmey es una marca sinaloense creada por María Isabel Montiel Ramos. Cuenta con una línea de productos didácticos, compuesta por muñecas y muñecos cuyo cuerpo y manos son de tela y brazos de vinil. Están trabajados a manera de que se les pueda quitar la ropa con el objetivo de que niños y niñas aprendan a vestirse.

Este proyecto no se dio de la noche a la mañana. Para ello, un escultor del estado de Guadalajara realizó un estudio de los rasgos físicos de las personas sinaloenses para que Isabel pudiera elaborar sus artesanías regionales.

Nacimiento de Anmey

Dicen que después de la tormenta viene la calma. Y eso parece ser lo que le sucedió a María Isabel Montiel Ramos quien, al caer en una depresión postparto, tras el nacimiento de su segunda hija, no sólo se vio forzada a buscar ayuda profesional sino a explorar otra faceta de ella misma, para salir adelante con sus hijos e hijas.

Luego de experimentar ese padecimiento, Isabel aplicó las enseñanzas de su mamá y comenzó a realizar muñecas a mano, para luego materializar el proyecto “Artesanías y Muñecos sinaloenses Anmey”.

“Soy una artesana de tercera generación, aprendí a hacer muñecas desde muy pequeñita. Crecí rellenando muñecos, pues de eso vivimos, de eso nos mantenía mi madre. Mis padres nos dieron estudios como pudieron: él era mecánico y ella artesana, yo soy veterinaria, pero el oficio de artesana lo traes como una etiqueta”, cuenta la artesana en entrevista con Once Noticias.

Isabel recuerda con cariño y nostalgia que creció siendo una “muñequera”, pero que, aunque veía muñecas de todos los estados, de Sinaloa no veía ninguna. Por tal motivo, se dio a la tarea de buscar cuál era el traje típico de Sinaloa. “Me dije: ‘yo soy sinaloense y ¡no conozco el traje típico de Sinaloa!”, compartió.

Fue así como hace 22 años, nació la inquietud de hacer una muñeca con facciones típicas del lugar y ataviada con sus trajes regionales. Empezó su venta “a nivel banqueta”. Cuando se dio cuenta que era redituable, decidió establecer su propio taller.

El Proceso artesanal

En general, sus muñecos están hechos y pintados a mano, desde sus accesorios hasta sus vestidos. El tiempo que tarda en elaborar una sola pieza es de aproximadamente un día. Aunque también se apoya de una máquina de coser.

El material que ocupa depende del tipo de muñeca que se fabricará. Isabel se enfoca en dos tipos: una de facciones sinaloenses, que es de vinil, con acabado en porcelana y con el traje típico. Es prácticamente, su “consentida”.

La otra es de manta, pintada a mano con su cara en tercera dimensión (un poco más trabajada para dar ese aspecto) y las bailarinas, que se manejan como línea de fantasía y de Marías sinaloenses.

“Las de tercera dimensión son diferentes de las muñecas de trapo planas. También se pueden pintar, pero las de tercera dimensión tienen rasgos más moldeados, ese tipo de muñeca nació hace 15 años, cuando mi hija quería unas bailarinas para sus 15 años; ella hizo la carita de una muñequita en plastilina. Ese proceso lo aprendimos como Dios nos dio a entender”, expresó.

La búsqueda de apoyo

Para impulsar el proyecto Anmey, Isabel buscó apoyo económico a través del desaparecido Fondo Nacional de Apoyos para las Empresas en Solidaridad (Fonaes), un órgano dependiente de la Secretaría de Economía, que atendía proyectos productivos en zonas de alta marginación.

“Yo no tenía máquina y ahí me dieron apoyo para comprar una: ahí me enseñaron a través de capacitaciones; nos llevaban a exposiciones que son puntos de venta donde nos iba muy bien. Eso nos dio la pauta a un mundo que jamás nos hubiéramos imaginado porque en muchas ocasiones llevaba muñecas de México y ‘volaban’, podía vender en tres días hasta 60 o 70 mil pesos de muñecas de manta”, recordó la artesana.

Sin embargo, como todo negocio, ha tenido sus altibajos y más en pandemia donde registró una baja de sus ventas, aunque su espíritu emprendedor siempre estuvo en pie de lucha.

“Somos mujeres que no conocemos un ‘no’ por respuesta. Tuvimos la fortuna de ubicar un punto de venta en Plaza Explanada y en plena pandemia nos vimos forzados a abrir, porque nos ofrecieron ese punto dos años antes. En ese proceso perdimos a mi madre y fue una lucha titánica para solventar eso, así nos hemos mantenido a flote y vigentes”.

Empoderamiento que no tuvo de niña

Al ingresar al mundo del emprendimiento, Isabel se enfrentó a romper con los estereotipos de género que prevalecen sobre las mujeres. Luego de casarse se dio cuenta que la realidad distaba de esa formación que recibió a lo largo de su vida, en donde las mujeres tienen un papel de cuidadoras o en donde los hombres son vistos como proveedores.

“Mi objetivo de vida era verme bonita en el espejo y tener mi familia; me veo en una situación difícil con mi esposo, duré un año con el psiquiatra por el postparto de la manera más cruda. Cuando despiertas de ese sueño, fue sumamente complicado empezar de cero, veo a mi hija de 10 años que no sabía ponerse las calcetas y me di cuenta que la estaba criando como lo hicieron conmigo”.

Y es que la depresión postparto, fue un evento que marcó su vida y que la impulsó a educar de otra forma a sus hijos e hijas. Al respecto cuenta que su hija mayor es economista y artesana; la considera una mujer autosuficiente y empoderada.

En la actualidad, entre sus planes cercanos están los de crecer su taller. Con sus productos artesanales, enfocados al sector turístico, vende en convenciones, porque es proveedora del gobierno del estado. A través de su labor, también desea cambiar el estigma que hay sobre la comunidad artesana.

Agrega que en su tierra natal hay pocos artesanos y artesanas, pero la mayoría son profesionistas; por ello, algo por lo que luchaba, en el entonces Fonaes, era que sus programas reconocieran el trabajo y el valor de lo que hacía toda la comunidad artesana, porque si eran analfabetas, no tenían los mismos derechos que el resto.

“Tampoco se tiene derecho a solicitar un apoyo para un piso con loseta vinílica. Si mi madre fue artesana y me dio estudios ¿cómo voy a enseñarles a mis hijos a pedir miserablemente un apoyo? Siempre hacemos hincapié en cambiar el estigma hacia artesanos y artesanas, para que se valore nuestro trabajo porque siempre se nos regatea y la gente considera que todos somos analfabetas y eso no es así”, concluyó.

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