Cada hilo que forma parte de nuestra ropa mexicana fue elaborado con atención y responsabilidad de los obreros textileros, quienes poco a poco han sido desplazados por la piratería y la fayuca en el mundo del algodón y los polímeros.
El proceso para hacer un hilo es muy parecido en las fibras cortas y naturales como en las fibras largas que son de plástico; se tienen que apelmazar, después ir estirando poco a poco, y conforme se estira, se va tejiendo para que pueda seguir su camino en la enorme máquina que al final lo enrolla en grandes carretes.
Hay hilos que llevan defectos y es por los malos trabajos y errores humanos. Éstos pueden ir desde los empalmes (unir los tramos de hilo), y es pudieran crear “flamas”, o bolas de hilo, que arruinan todo el proceso porque van ‘chicoteando’ y el movimiento provoca que se rompan las fibras.
Los trabajadores tienen que estar atentos al trocilero que es la máquina que le va dando forma al hilo; hay que supervisar que los hilos no se vayan dobles o se atasquen o cualquier otro percance que arruine la línea de trabajo.
El experto trocilero, Ocampo Tapia de 42 años, aclaró que en la industria textil prefieren contratar a gente mayor, que a los chavos. La experiencia y responsabilidad son factores que las empresas toman como costo beneficio.
Yo también cuando entré a trabajar me valía y faltaba o descuidaba las maquinas. Pero ya más adulto me hice responsable. Siempre cuando uno pide trabajo lo primero que hacen es una prueba practica y, ahora sí que como dice el dicho: en la forma de agarrar la tortilla, se sabe cuánto come”, dijo el señor Ocampo con 24 años de experiencia.
Con los años fue aprendiendo, ya que en sus inicios a las empresas se entraba como ayudante en general y así conoció las áreas. Pero eso cambió con los años. Ahora, la academia se posó sobre la experiencia de sus obreros y los errores se hicieron presentes. Cómo aquella vez en que un ingeniero no podía prender las máquinas tras varios días de intentos fallidos. Llamaron al señor Ocampo para qué diera su opinión, y se dio cuenta que faltaba una pequeña bobina que el ingeniero había suplido por uno cables, hicieron los cambios y pusieron en marcha las enormes máquinas de hilos.
Es como cualquier trabajo, al que le gusta y le entiende pues sobresale. Yo le entendí porque soy bastante observador y puedo darme cuenta de los errores del proceso y las máquinas, y remediarlo de volada. Por eso se me facilitó”, comentó Ocampo.
Cuando llegó el problema de la fayuca afectó gravemente a los textiles, según explicó el obrero. Fue a partir de los años 90 que todo se vino abajo con la llegada de las telas chinas, que desplazó casi por completo las fábricas de hilo. Con la tela nada más cortan y ponen la etiqueta para distribuirla con sus marcas.
A mí todavía me tocó hacer filas en las puertas de las textilerías para encontrar trabajo, y pues no entrabas si no estabas recomendado.Todos queríamos ir ahí porque era bien pagado, teníamos buenos aumentos y prestaciones de ley, pero poco a poco se fue devaluando y hasta se bajaron los sueldos”, dijo Ocampo.
Según comenta el señor Ocampo, los salarios bajaron por más de la mitad pues en promedio estos trabajadores cobraban entre 8 y 9 mil pesos al mes. Hoy el obrero de la industria textil gana entre 4 y 5 mil pesos al mes sin prestaciones de ley.
La pandemia nos (afectó) porque con 16 años que tenía trabajando en una empresa, tuvimos que parar porque no la dejaban abrir. El patrón nos fue cortando el suelo hasta menos de la mistad y luego se declaró en quiebra. Se fueron de la capital a un estado con menos restricciones que la Ciudad y más económico para su producción”, comentó el señor Tapia.
Este cambio en la industria textil de salir de la capital, también transformó la rutina de los trabajadores que antes migraban del interior de la República a las industrias capitalinas. Sin embargo, hoy son los capitalinos quienes se están estableciendo en los estados satélite, que ofrecen un costo de vida mucho más económico y donde se inician los nuevos desarrollos industriales.