El ramo de los trabajadores restauranteros ha sido de los más golpeados y movilizado en estos últimos meses. Manifestantes de varios puntos del mundo salieron a las calles en busca de apoyos o alternativas para continuar con su trabajo en medio de una crisis sanitaria.
La jornada laboral de un mesero inicia al llegar al restaurante, ponerse el uniforme que le asignen e iniciar con la limpieza de su zona de trabajo y sus mesas. Ellos barren y trapean su espacio. Después, deben recibir y atender a los comensales (siempre de buena manera); tomar la orden con las especificaciones claras; llevarlas a la cocina y barra de bebidas; montar la mesa, en general, estar atento y al servicio de cualquier petición del cliente.
El mesero siempre es la cara de un trabajo construido por una cadena de labores.
Si algo sale mal en esa cadena, será él quien recibirá la queja y seguramente perderá la propina de algún inconforme.
José Ángel es un trabajador con más de 15 años de experiencia como mesero, y explicó a Once Noticias, que dentro del gremio de los restaurantes existe un pago llamado “moje”, que es el porcentaje que entrega el mesero de sus propinas a todos los trabajadores de la cadena laboral: cocina, seguridad, garroteros, cajeros, cantineros, hostes, capitanes y gerentes. Entre todos ellos se divide la propina que el mesero cobra.
El “moje” funciona a partir del registro de la cuenta total de venta del mesero y el supuesto de que todos los clientes dejan al menos el diez por ciento de propina.
O sea que, si el mesero vendió 100 pesos, el restaurante asume que yo tengo 10 pesos en la bolsa, por lo tanto, de moje tengo que repartir es de nueve puntos (porcentuales). Si alguno de los clientes decidiera no dejarme propina o dejar menos del diez por ciento, yo tendría que pagar esos ocho o nueve pesos de su bolsa”, explicó José Ángel.
La mayoría de los trabajadores del gremio restaurantero no cuentan con prestaciones de ley como seguros médicos, vacaciones o aguinaldos; en ocasiones, ni siquiera con un sueldo base (porque sólo viven de las propinas), además algunos no tienes contratos de temporalidad, ni respaldos laborales.
Con la pandemia todo se puso más difícil porque cerraron mucho tiempo todas las fuentes de trabajo; no había dónde pedir trabajo, todo cerrado. Nosotros pusimos un puestito de comida, pero la gente ni salía y a veces se nos quedaba la comida y la terminábamos comiendo en la casa”, comentó el trabajador.
Las diversas movilizaciones que iniciaron desde abril del año 2020 abrieron poco a poco caminos y las puertas de los negocios de alimentos y bebidas, lo cuales se han ido acoplando a los semáforos epidemiológicos, así como a la necesidad económica de sus trabajadores quienes ahora atienden mesas sobre baquetas y parques públicos.
El problema es que muchos de los oficinistas que venían a comer pues ya están en sus casas, ya no salen a trabajar y los pocos que vienen ya no dejan propina y uno no se las puede pedir porque dicen voluntaria la propina, pero para nosotros si es obligatorio pagar el moje”, concluyó José Ángel.