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11-S, ataque terrorista que encrudeció el racismo y la hostilidad al mundo musulmán

FOTO: PYXABAY

Martes 11 de septiembre del 2001. Nueva York, Estados Unidos, 8:46 am, el vuelo 11 de American Airlines se estrelló contra la torre norte del World Trade Center. A las 9:03 am, el vuelo 175 de United Airlines se impactó contra la segunda Torre.

Casi media hora después, a las 9:37 am, el vuelo 77 de American Airlines se impactó contra el Pentágono, en Arlington, Virginia. Después le siguió el vuelo 93 de United Airlines, que fue forzado a aterrizar en un campo del municipio de Stonycreek por la tripulación, a las 10:03 am. Los autores oficiales: la organización Al Qaeda.

“Las agencias de seguridad de Estados Unidos ya habían hecho especulaciones sobre la posibilidad de sufrir un atentado, debido al crecimiento del terrorismo fundamentalista islámico”, explica María Pía Taracena Goût, doctora en Historia y Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad Iberoamericana.

Según Paulo Botta en su estudio El concepto de “Fundamentalismo Islámico”, de la CEMOC el terrorismo fundamentalista es una interpretación rigorista del Islam que utiliza una interpretación radical de esta religión para justificar ataques con el objetivo de imponer la ley islámica o alcanzar metas políticas, con grupos como Al Qaeda, que promueven este radicalismo.

“Aunque había informes sobre la posibilidad de un ataque terrorista, las discusiones de seguridad se centraban principalmente en Irak y Saddam Hussein. Al parecer, los reportes sobre el terrorismo no llegaban a la mesa de decisiones con la seriedad que merecían. A pesar de los informes y noticias, el factor sorpresa fue el componente determinante para no poder impedir el ataque”, resalta Pía Taracena. 

En este contexto, el presidente George W. Bush había asumido el poder ese mismo año, entró con una agenda marcada por algunos temas resonantes. Entre ellos, la amenaza que representaba Saddam Hussein, político iraquí, quien había amenazado de muerte a su padre George H. W. Bush, tras liderar la coalición internacional que derrotó a Irak en la Guerra del Golfo de 1991 y debilitó su régimen.

El equipo con el que el presidente entró tenía una visión conservadora de las relaciones internacionales, pero el terrorismo islámico ya era un actor principal, imposible de ignorar, relata la internacionalista.

El occidente permanentemente vulnerable

Aquel 11 de septiembre, Estados Unidos, y el mundo occidental, entraron en pánico. La seguridad aérea se sentía vulnerada y susceptible a cualquier dispositivo que se habría tenido en aquel entonces.

“Aunque los sistemas de inteligencia han evolucionado, la lucha contra grupos terroristas sigue siendo una tarea mucho más compleja. Esto ha impactado los niveles sociales, culturales e incluso comerciales, llevando al mundo hacia una visión más centrada en la seguridad que en las libertades mismas”.

“Así surge el dilema de priorización entre seguridad o libertad. En Estados Unidos, la migración quedó atrapada desde 2001 en esta lógica de seguridad, permeando tanto el discurso electoral como la vida diaria. Sin duda, el 9/11 fue un ataque al corazón del sistema político, económico y cultural, no sólo de Estados Unidos, sino de todo occidente, incluyendo a América Latina”.

El ataque terrorista dejó cerca de tres mil muertos, incluidos mexicanos, más una crisis humanitaria sin precedentes. El sistema político de Estados Unidos quedó frágil, especialmente en sus agencias de seguridad, que, para evitar futuros errores, se unificaron bajo una nueva estructura coordinada, integrando a la CIA, el FBI, la NSA y más, con el objetivo de mejorar el análisis de riesgos.

“Las repercusiones para el liderazgo estadounidense fueron significativas. Si un país no puede controlar sus propios riesgos, ¿cómo podrá enfrentar las amenazas externas? La década siguiente estuvo marcada por una profunda tensión global frente al terrorismo, transformando incluso aspectos tan cotidianos como la forma de viajar, con medidas de seguridad que, aún hoy, parecen desmesuradas”, expone la historiadora.

La especialista aclara también el 11-S como punto de partida.

“Occidente ha sido blanco de ataques, las principales víctimas del terrorismo islámico han sido los propios países musulmanes, como Indonesia, en su momento. Además, naciones aliadas de Estados Unidos, como España (2004) e Inglaterra (2005), también han sufrido atentados. Este escenario ha generado un ambiente de profunda desconfianza, incrementando el racismo y la hostilidad hacia las comunidades musulmanas en varios países occidentales”, puntualiza la académica.
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