Con la amenaza de un inédito impago de Estados Unidos, una reunión entre el presidente Joe Biden y el líder de la oposición, el republicano Kevin McCarthy, no resolvió el enfrentamiento entre ambos a pesar de una discusión productiva.
La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, dejó en claro lo que estaba en juego cuando horas antes insistió con que es “muy probable” que el gobierno de Estados Unidos se quede sin dinero después del primero de junio.
Al recibir en la Casa Blanca al líder de la Cámara de Representantes, Biden dijo ser “optimista” sobre cerrar la reunión con un “avance”.
“No tenemos un acuerdo, sino una discusión productiva en las áreas en las que tenemos diferencias de opinión”, dijo McCarthy tras la reunión.
Ambos se habían reunido dos veces en quince días con otros congresistas, pero esta vez se encontraron cara a cara. La reunión debía dejar atrás los agrios debates de este fin de semana entre funcionarios de ambas partes, en ausencia de Biden quien se encontraba en Japón en la Cumbre del G7.
En medio de esas discusiones, Biden y McCarthy hablaron el domingo, cuando el presidente volaba de regreso de la Cumbre del G7 en Japón.
Para eliminar el riesgo de un default, el Congreso debe aprobar elevar el tope de la deuda pública. El Senado está controlado por los demócratas y los republicanos controlan la Cámara de Representantes.
Los republicanos exigen una fuerte reducción del gasto público como condición para aumentar el endeudamiento pero Biden, que hace campaña para su reelección en 2024 con promesas de justicia social, se opone.
Antes de la reunión McCarthy dijo ser bastante optimista. Aseguró que “lo que se negocie será visto por una mayoría de republicanos como la solución correcta para ponernos en el buen camino”.
Biden declaró que también está a favor de reducir el déficit y que considera necesario “examinar los espacios fiscales y asegurarse de que los ricos pagan su parte justa” de impuestos.
El llamado “techo de la deuda” de más de 31 billones de dólares -un récord mundial- se alcanzó hace varios meses, pero el gobierno federal ha gestionado hasta ahora la situación mediante maniobras contables.
De no honrar sus obligaciones, Estados Unidos ya no podría pagar a los tenedores de bonos del Tesoro, refugio de las finanzas mundiales. El gobierno tampoco podría pagar subsidios ni las pensiones de los veteranos, por ejemplo.
Las consecuencias para la economía mundial serían catastróficas, advierten economistas. Una decisión tomada a última hora podría tener igualmente consecuencias. En 2011, existía sólo la amenaza de caer en default y esto hizo, por primera vez, que Estados Unidos perdiera su preciosa evaluación crediticia triple A.