Las autoridades chinas se enfrentan a una carrera contrarreloj para asegurar que las y los afectados por el sismo más mortífero de los últimos años en el país tengan donde resguardarse de las gélidas temperaturas invernales.
Al menos 135 personas murieron por el terremoto, que azotó la frontera entre las provincias noroccidentales de Qinghai y de Gansu por la noche. El clima adverso de diciembre dificulta aún más las operaciones de ayuda.
“Estamos en una carrera contrarreloj para cubrir las necesidades de la población lo más rápido posible, para que la gente pueda pasar un invierno caliente y en total seguridad”, declaró Zhou Yongfeng, funcionaria del condado de Jishishan, en Gansu.
Varias zonas de China están registrando temperaturas frías récord, obligando a las autoridades a emitir una alerta en gran parte del país.
Una enorme operación logística fue desplegada en los últimos tres días, con miles de socorristas instalando refugios, suministrando comida y otros servicios para los desplazados.
Sin embargo, “las tiendas de campaña improvisadas no son una solución a largo plazo. (…) Pero como los inviernos son demasiado fríos en el norte de China, no es posible reconstruir directamente después del desastre”, indicó Zhou.
Ebullición del suelo
Casi mil personas resultaron heridas en las dos provincias tras el temblor de poca profundidad, que según el Servicio Geológico de Estados Unidos se sintió a las 11:59 horas locales del lunes con una magnitud de 5.9 y el epicentro a 100 kilómetros de Lanzhou, capital de Gansu.
Según la agencia estatal de noticias Xinhua, los equipos de rescate seguían buscando a las víctimas enterradas vivas en el municipio de Zhongchuan, en Qinghai, y 12 personas permanecen desaparecidas tras una “ebullición de arena“, un fenómeno que puede ocurrir durante un sismo cuando el suelo se licua y provoca la expulsión de arena y agua del terreno.
Este es el terremoto más mortífero desde 2014, cuando más de 600 personas murieron en la provincia de Yunnan (suroeste).