Después del primer misil, hombres y mujeres ucranianos tuvieron que empuñar por primera vez un arma.
Cuando la guerra comenzó, miles de civiles se alistaron en los grupos de defensa territorial.
Nuestra labor es la defensa de nuestro territorio, de nuestro distrito, y hacer todo por defender nuestra ciudad. Hacer todo lo posible por no perder nuestra frontera en Kiev”, expresó Arut, defensa territorial Brigada 21.
Organizaciones pro derechos humanos han advertido que, una vez que termine la guerra, se corre el riesgo de que estas fuerzas territoriales cometan abusos contra la población civil, pero en tanto, en la guerra, la fuerza de estos 130 mil voluntarios hace la diferencia.
Muchos, en la vida normal -como le llaman a eso tan preciado que tenían antes de la invasión rusa-, eran profesores, periodistas, dentistas o como en el caso de Arut que era responsable de una empresa de informática.
Arut nació en Armenia, procedente de un país que perteneció a la URSS, conoce bien del sufrimiento que provocan las invasiones rusas.
Desde los 10 años migró con sus padres a Ucrania, nación a la que le debe todo porque ahí sí encontró comida, dijo, refiriéndose a la hambruna que padece su país de origen.
“Pienso que Putin está loco y no puedes decirle que no. La única forma de pararlo es que todo el mundo ayude a parar la guerra y ayude a Ucrania. Porque Ucrania está peleando contra un demonio. Putin es un demonio”, sostuvo Arut.
Durante la ocupación en Bucha, Hostomel, Irpin, Chernígov, en las comunidades ocupadas, los grupos de defensa territorial auxiliaron a los militares a evacuar a cientos de ciudadanos. Y también tuvieron muchas bajas.
No hay que tener miedo. Si uno tiene que morir morirá, puede que sea mi tiempo pero pelearé y destruir al enemigo antes”, puntualizó Arut.
Y es que la guerra transforma todo y a todos…