Es la otra cara del narco y sus grupos violentos en Colombia: los que invaden casas y tierras, y expulsan sin más a sus ocupantes, familias enteras, de escasos recursos, grupos marginados.
Sólo en lo que va de este año, 79 mil personas han sido víctimas de desplazamiento masivo y confinamiento a causa de la violencia, reportan las agencias de la ONU.
Llegaron disparando, sacando a la gente de las casas, a los niños. Fue algo triste, duro, porque dejar uno su territorio a venir a pasar necesidades acá es bastante crítico”, narró Nancy Hurtado, ciudadana colombiana desplazada.
En Buenaventura, un puerto turístico en el Valle del Cauca, cercano a Cali, la gente huye de sus propiedades en disputa.
Dejarlo todo allá es una tristeza, es como abandonar, es como uno se desaparece de un momento dado. Se desconecta total con la tierra, con la madre naturaleza y espiritualmente también”, dijo Luis Ismare, indígena.
Las autodefensas gaitanistas de Colombia, grupo paramilitar aliado del Clan del Golfo, libra una guerra sin cuartel con el grupo disidente del Ejército de Liberación Nacional, que opera en la frontera con Venezuela.
Pelean por el control de tierras para resurgir la industria de la cocaína. Las víctimas son los ciudadanos en su mayoría indígenas o afrocolombianos. Huyen de narcotraficantes y guerrilleros que se instalan en sus casas.
“Un fenómeno reciente que antes no se vio es que estos grupos armados se asientan dentro de las comunidades, incluso camuflados y armados. Consiguen casas en medio de la población, no tienen campamentos como antes y eso es un factor de vulnerabilidad que hace que algunos se desplacen”, agregó Juan Manuel Torres, investigador, Fundación Paz y Reconciliación.