Los combates entre los partidarios del líder chiita Moqtada Sadr y las fuerzas de seguridad se reanudaron en la Zona Verde de Bagdad, una escalada que dejó al menos 23 muertos desde el lunes en medio de una interminable crisis política en Irak.
Los enfrentamientos comenzaron el lunes después de que el clérigo Moqtada Sadr anunciar que se retiraba de la política.
Después de un receso durante la noche y a pesar del toque de queda, la violencia arreció nuevamente de madrugada, con disparos de armas automáticas y explosiones de cohetes en la Zona Verde, sector muy protegido donde están los edificios gubernamentales y las embajadas.
Según un nuevo balance de los servicios médicos, el número de seguidores de Sadr fallecidos ascendió a 23, con al menos 380 otras heridas, algunos por bala y otros por inhalación de gases lacrimógenos.
Asalto del Palacio de la República
Los disturbios empezaron cuando miles de seguidores de Sadr irrumpieron tras su renuncia al Palacio de la República, la sede del Gobierno en la Zona Verde de Bagdad.
Aunque inicialmente los seguidores de Sadr celebraron su asalto tomándose fotografías en los sillones de los salones de reuniones o refrescándose en la piscina, la situación se degradó.
Reacciones internacionales
En los últimos meses, Irak ha sido escenario de una gran escalada de violencia y crispación política, pero los hechos del lunes agitan los fantasmas del inicio de una nueva guerra civil.
Ante el caos desatado, el presidente iraquí, Barham Salih, se reunió con el primer ministro en funciones, Mustafa al Kazemi, y con los dirigentes del Parlamento y del poder judicial para abordar la situación.
Por su parte, la misión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Irak calificó la actual escalada de “extremadamente peligrosa” e instó a los manifestantes a cooperar con las fuerzas e seguridad y evitar acciones que puedan desencadenar una cadena de acontecimientos imparable, según un comunicado.
En tanto, Estados Unidos, que invadió Irak en 2003 bajo la excusa de buscar armas de destrucción masiva, hizo el lunes un llamado al diálogo.
“Es preocupante que no se permita funcionar a las instituciones iraquíes. Esto ha aumentado el riesgo de violencia. La seguridad, la estabilidad y la soberanía no deben ponerse en peligro”, expresó el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby.
Bagdad al borde de la guerra civil
El Gobierno de Irak ha estado estancado desde que el partido de Al Sadr ganó gran parte de los escaños en las elecciones parlamentarias de octubre, pero no los suficientes para asegurar un Gobierno de mayoría.
Su negativa a negociar con sus rivales chiíes respaldados por Irán y su subsecuente salida de las conversaciones ha catapultado al país a la incertidumbre política y la volatilidad en medio de una intensificación de las disputas entre los chiíes.
Para impulsar sus intereses políticos, Al Sadr ha envuelto su retórica con una agenda nacionalista y reformista que resuena poderosamente entre su extensa base de partidarios, que provienen de los sectores más pobres de la sociedad iraquí e históricamente han sido excluidos del sistema político.
Piden la disolución del Parlamento y la realización de elecciones anticipadas sin la participación de grupos chiíes respaldados por Irán, a los que consideran responsables del statu quo.