Este miércoles, guardias armados impidieron a cientos de jóvenes mujeres entrar a los campus universitarios de Afganistán, un día después de que el Gobierno talibán les prohibiera el acceso a la educación superior.
A pesar de prometer un régimen más tolerante al volver al poder en agosto de 2021, los islamistas fundamentalistas multiplicaron las restricciones contra las mujeres, apartándolas de la vida pública.
Un grupo de periodistas de AFP vio grupos de mujeres estudiantes congregadas ante las universidades de la capital, Kabul, cuyas puertas estaban cerradas y custodiadas por guardias armados.
“Estamos condenadas. Lo hemos perdido todo”, dijo una ellas, que pidió no ser identificada.
Algunos de sus compañeros varones no realizaron sus exámenes en protesta a la prohibición, y otros tantos hombres docentes, renunciaron, de esa forma expresaron también su conmoción.
“Realmente demuestra su analfabetismo y su bajo conocimiento del islam y los derechos humanos”, dijo un alumno universitario bajo anonimato.
“Pájaro enjaulado”
La mayoría de universidades públicas y privadas permanecen cerradas unas semanas en invierno, aunque sus campus suelen seguir abiertos para los alumnos y el personal.
“Cuando vi la noticia en internet quedé conmocionada y sorprendida”, dijo Amini, de 23 años, que estudia para ser enfermera en Kunduz (norte). Es como ser un ‘pájaro enjaulado’, añadió.
Indignación en redes sociales
La decisión de vetar a las mujeres de las universidades fue anunciada el martes por la noche. La mayoría de las adolescentes ya habían sido expulsadas de la educación secundaria, lo que bloqueaba sus opciones de acceder a la universidad.
El veto todavía no se había aplicado a la enseñanza superior y miles de mujeres pudieron presentarse hace menos de tres meses a los exámenes de entrada a la universidad.
El miércoles, la indignación se multiplicaba en las redes sociales, con la etiqueta #LetHerLearn (Dejen que aprendan). Varios internautas compartieron imágenes de estudiantes de la facultad de Medicina de la Universidad de Nangarhar (este) que interrumpían sus exámenes en solidaridad con sus colegas femeninas.
Un profesor de matemáticas de Kabul también anunció su dimisión en Facebook, alegando que no quería enseñar “allí donde las chicas no están autorizadas a estudiar”.
Interpretación ultrarrigurosa del islam
El líder supremo de los talibanes, Hibatullah Akhundzada, y su círculo cercano defienden una interpretación ultrarrigurosa del islam contra la educación moderna, especialmente para mujeres.
Esto choca con algunos dirigentes en Kabul, e incluso entre sus bases, que esperaban que el nuevo régimen tolerara la educación femenina.
Condena de Qatar
Los talibanes también expulsaron a las mujeres de muchos empleos gubernamentales, les prohibieron viajar sin un familiar varón y les impusieron el uso del burka o el hiyab fuera de su casa.
Qatar, país musulmán que ha tenido un papel clave en las negociaciones entre los talibanes y Occidente, declaró el miércoles que todo el mundo tiene derecho a la educación e instó a los dirigentes afganos a revisar su decisión “conforme a las enseñanzas de la religión islámica”.
La Organización para la Cooperación Islámica (OCI) consideró que la prohibición “perjudicaba seriamente la credibilidad del Gobierno”.
La comunidad internacional hizo del derecho a la educación de las mujeres una condición clave en las negociaciones para facilitar ayuda humanitaria al país y reconocimiento de las nuevas autoridades.
“Los talibanes no pueden esperar ser un miembro legítimo de la comunidad internacional si no respetan plenamente los derechos de todos en Afganistán. Esta decisión tendrá consecuencias para los talibanes”, declaró el secretario estadounidense de Estado, Antony Blinken.
El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, también dijo estar “profundamente alarmado” por esta decisión.
Francia y Alemania condenaron la iniciativa, una medida que “destruye el futuro de su propio país“, en palabras de la jefa de la diplomacia alemana, Annalena Baerbock. Y para el primer ministro británico, Rishi Sunak, se trata de un “grave paso atrás”.