Este domingo se llevaron a cabo elecciones parlamentarias en todo Irak marcadas por la baja participación, debido al boicot organizado por jóvenes activistas inconformes por la crisis política, social y económica.
Los comicios se llevaron a cabo sin mayores contratiempos, meses antes de lo programado, como respuesta a una serie de levantamientos populares desde 2019, contra la corrupción y la mala gestión del actual gobierno.
Los resultados preliminares se darán a conocer el lunes y, aunque la corriente sadrista es la favorita, se afirma que Hashd Al-Ahaabi, la coalición predominantemente proiraní, le pisa los talones.
El primer ministro votó en una oficina ultraprotegida en Bagdad temprano por la mañana.
Es una oportunidad para el cambio”, dijo Kazimi, llamando a los iraquíes dubitativos “a salir y votar y cambiar la realidad”.
Poco después, el clérigo chiita Moqtada al Sadr, cuya lista se considera favorita, depositó su voto en su bastión de la ciudad santa chiita de Nayaf, al sur de Bagdad.
No obstante, a media jornada, eran pocos los electores presentes en los centros electorales.
No iré a votar, son los rostros y los partidos de siempre”, comentó Abu Aziz, un jubilado.
Los expertos pronostican una abstención récord en este país petrolero de 40 millones de habitantes, lastrado por décadas de conflicto y violencia.
Previstas inicialmente en 2022, las elecciones se anticiparon para apaciguar las protestas del otoño de 2019, en las que estalló el hartazgo popular por la corrupción sistémica, los deficientes servicios públicos y la economía precaria.
Tras una represión que dejó al menos 600 muertos y 30 mil heridos, el movimiento se desinfló.
Después, decenas de activistas sufrieron secuestros, asesinatos o intentos de asesinato posteriormente, imputados a facciones proiraníes.