En Brasil, el presidente, Luiz Inácio Lula Da Silva convocó a los 37 ministros de su gabinete a trabajar en conjunto con el Congreso Nacional, para reconstruir el país; fue el primer encuentro del presidente con su equipo de trabajo, tras su llegada al poder.
“Nosotros somos los que tenemos que mantener una buena relación con el Congreso Nacional y cada uno de ustedes, ministros, tiene la obligación de mantener la más armoniosa relación con el Congreso Nacional”, dijo el presidente de Brasil, Luiz Inácio “Lula” Da Silva.
Para avanzar en la agenda del gobierno de izquierda, es necesario lograr acuerdos, ya que en la Cámara de Diputados y el Senado, la derecha tiene mayoría.
El gobierno del veterano líder izquierdista necesitará esmerarse por el apoyo de una Cámara de Diputados y un Senado, aún más inclinados a la derecha tras las elecciones de octubre pasado, para avanzar con su agenda.
“Nuestra tarea es ardua, pero es noble. Vamos a tener que dejar este país mejor”, dijo Lula, quien el mes pasado había señalado que heredaba de Bolsonaro un Brasil en “situación de penuria”.
Los 37 ministros de Lula son un variado grupo de experimentados políticos y profesionales, que incluye 11 mujeres, cinco personas negras y dos indígenas, un contraste con el gobierno anterior, dominado por hombres, outsiders y militares.
“No somos un gobierno de pensamiento único”, señaló Lula, reclamando no obstante a sus colaboradores esforzarse por lograr ideas convergentes para “la reconstrucción de este país” luego del “gobierno autoritario” de Bolsonaro.
De pie y contra la punta de una enorme mesa ovalada en el palacio presidencial de Planalto, el dirigente de 77 años también prometió a sus ministros el trato de “una madre”: “mucho respeto pero exigiendo mucho trabajo”.
Los primeros días de gestión de la tercera presidencia de Lula han quedado marcados por algunos desacoples y divergencias sobre directrices que adoptará el gobierno, generando incertidumbre e impacto en el mercado.
Aliados de Lula dejaron dudas sobre la posibilidad de interferir, por ejemplo, en la política de precios de la compañía petrolera paraestatal Petrobras y la necesidad de avanzar en una nueva reforma de pensiones, ambas posibilidades luego desmentidas.
En otro caso de desentendimiento nítido, el novel ministro de Hacienda, Fernando Haddad, había pedido al gobierno saliente de Bolsonaro, todavía en el período de transición, que no prorrogara una rebaja impositiva sobre los combustibles, para evitar un impacto en las deterioradas cuentas públicas.
No obstante, el nuevo gobierno optó por extender la rebaja impositiva por dos meses, resignando recursos para los cofres públicos, según analistas para evitar un malhumor en la población en las primeras semanas de gestión.