El presidente francés, Emmanuel Macron, realizará esta semana su segunda visita de Estado a Estados Unidos, donde espera expresar a su par, Joe Biden, su preocupación sobre el proteccionismo estadounidense y abordar la guerra en Ucrania.
Mismo lugar, pero distinto ambiente, en 2018, el predecesor de Biden, Donald Trump, invitó entonces a su joven homólogo para un encuentro muy mediático entre dos dirigentes que, cada uno a su manera, buscaban romper moldes.
Cuatro años más tarde, la parafernalia será la misma el jueves en la Casa Blanca, con el disparo de 21 salvas de cañón y una cena de Estado, pero el interés se ha desvanecido: Emmanuel Macron ya no es una novedad y Biden fascina menos.
Tanto el magnate republicano como el octogenario demócrata escogieron, para su primera visita de Estado como anfitriones, al presidente de la segunda economía de la Unión Europea (UE), que llegará el martes por la noche y partirá el viernes tras una etapa en Nueva Orleans.
“Francia es el aliado más antiguo de Estados Unidos”, dijo un alto funcionario estadounidense, para quien “esta visita se centra sobre todo en la relación personal y la alianza” con este socio vital.
Del lado francés, subrayan que este es un “honor que se le hace a Francia más que a otro país europeo”, pero en el fondo, se trata también de solventar una crisis poco usual entre ambos aliados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
En septiembre de 2021, el anuncio de una alianza entre Estados Unidos, Australia y Reino Unido, bautizada AUKUS, enfureció a Francia, al prever que Canberra rompiera un multimillonario contrato de compra de submarinos franceses en beneficio de estadounidenses.
“Esta visita, es un poco como la cola de la estela de AUKUS y del acercamiento emprendido desde entonces para sanar estas heridas”, explicó a Célia Belin, investigadora invitada en el centro de reflexión estadounidense Brookings Institution.
Según Belin, a los estadounidenses les interesa mantener una relación estrecha con este aliado que aboga por una autonomía estratégica de Europa.
“Los franceses no siempre son fáciles de manejar, pero cuando franceses y estadounidenses se ponen de acuerdo, se avanza mucho”, comentó.
“No somos aliados alineados”
Más allá del protocolo, la presidencia francesa espera tener un diálogo “exigente”.
“No somos aliados alineados”, aseguró un consejero presidencial.
Desde la invasión rusa de Ucrania, Macron apoya a Kiev, pero también dialoga con Moscú para que, cuando los ucranianos lo decidan, la guerra se termine alrededor de una mesa de negociaciones.
El 13 de diciembre organizará en París una conferencia de apoyo a la resistencia civil de Ucrania, pero promete volver a hablar con su par ruso, Vladimir Putin, “en los próximos días”.
Reticente inicialmente, Washington parece acercarse a esta postura desde que su jefe del Estado Mayor, el general Mark Milley, evocara una posible ventana de oportunidad para las negociaciones.
Sin embargo, Macron también quiere una “resincronización” de la respuesta económica a ambos lados del Atlántico a la crisis provocada por el conflicto y, en general, en materia de transición ecológica y de rivalidad con China.
La ley estadounidense de Reducción de la Inflación (“Inflation Reduction Act”, IRA) se anuncia como el principal punto de tensión, máxime cuando prevé inversiones masivas para la transición ecológica, acompañadas de generosos subsidios para productos estadounidenses, como vehículos eléctricos.
“No nos quedaremos de brazos cruzados ante este plan de inversiones visto como proteccionista”, aseguró la primera ministra francesa, Élisabeth Borne.
Macron espera obtener “exenciones” para algunas industrias europeas, ya que, según sus servicios, sabe que Biden no dará marcha atrás a este plan políticamente crucial para el demócrata.
La idea en contrapartida es impulsar una medida similar en la UE para evitar deslocalizaciones masivas.
“China privilegia su producción, Estados Unidos privilegia su producción. Quizás llegó el momento de que Europa privilegie su producción”, dijo el domingo en France 3 el ministro de Economía francés, Bruno Le Maire, quien lamentó que el Viejo Continente viva “aún en la globalización de ayer, abierta a los cuatro vientos”.