Cuando sonó el teléfono se dieron cuenta que su vida jamás volvería a ser la misma.
“Estábamos dormidos, eran las 6 de la mañana. Mi esposa se despierta porque le llaman.Y era una amiga diciéndole empezó la guerra, nos acaban de invadir”, narró Guillermo Padilla, mexicano evacuado de Ucrania.
En tanto, otro mexicano evacuado de ese país, Omar Aviña, comentó: “empezó a sonar el celular, pero en cuanto contesto, yo aún estaba dormido, pero inconscientemente se me vino algo, no sé cómo algo raro, como un sentimiento extraño. Entonces ella me dice ‘babe’ la guerra ha empezado”.
Terminaron atrapados en la guerra, tras enamorarse de ciudadanas ucranianas.
Guillermo, profesor de Idiomas, conoció a su hoy esposa en China y con el inicio de la pandemia fueron evacuados a Kiev, donde vivían desde hace año y medio.
Estudiante de Artes Marciales, Omar también conoció a su novia en China, cuando ella hacía un doctorado en relaciones internacionales.
Y la invasión rusa lo agarró cuando estaba por pedirle la mano.
Vine por un mes y medio pero venía exclusivamente a eso a pedir la mano de mi novia. Alcanzamos a ver a sus papás; fueron a lo mejor unos pocos, a lo mejor dos días, previos de que empezara la guerra”, comentó.
Ambos, junto con sus parejas, lograron dejar la capital de Ucrania, como parte del grupo de 17 mexicanos y 4 diplomáticos que huyeron en un autobús y que arribaron este miércoles a Siret, la línea fronteriza entre Rumania y Ucrania.
A Guillermo le duele lo que le arrebató la guerra.
Tenía mi vida aquí, la estaba empezando. He sido despojado de mi casa, mi residencia, de todo, de mis pertenencias; mi esposa y yo viajamos con una maleta y es todo lo que tenemos”, declaró.
Y para Omar, nada ni nadie le borrará de su memoria dos cosas: el sonido de las alarmas cuando cayó el primer misil y el día que corrió al Metro a resguardarse -como miles de ucranianos- y terminó encañonado.
“Dentro del Metro empezábamos a cargar nuestros celulares y en un momento se hizo un poco de caos en el baño porque planeábamos conectar energía. Yo era el único extranjero y la policía me empezó a apuntar con la pistola; me dijo en ucraniano que desconectara mi teléfono”, explicó Omar.
Estos dos jóvenes viajan ya rumbo a Bucarest para tomar el Boeing 737 de la Fuerza Área Mexicana que, por instrucciones del Presidente Andrés Manuel López Obrador, repatriará a los mexicanos que así lo deseen.
Sus esposas dejan a sus padres y hermanos; ellos a sus amigos. La guerra, dicen, les robó muchas cosas, pero no permitirán que les robe las ganas de vivir.
“Y la boda sigue en pie. Claro que sí”, sostuvo Omar.