Millones de personas fueron confinadas este viernes 2 de septiembre en la ciudad china de Chengdu (un importante centro económico en el sudoeste de China, con una población de 21 millones de personas) debido a algunos casos de COVID-19, que han conducido a la paralización de esta megalópolis.
Los estantes de los supermercados fueron vaciados esta semana por las y los habitantes de la ciudad, que temen que se repita el largo confinamiento al que se vieron sometidos este año los residentes de Shanghái, otra megalópolis económica al este del país.
Los habitantes de Chengdu esperaban durante largo tiempo para someterse a test obligatorios, mientras videos verificados por la AFP confirmaban la falta de productos en los supermercados.
Un habitante, que requirió el anonimato, dijo que “todo el mundo está almacenando productos de forma desesperada”, dada la experiencia sufrida en Shanghái, donde durante el confinamiento hubo escasez de bienes.
Según las directivas en Chengdu, se autoriza a una persona de cada vivienda a salir una vez al día al exterior para efectuar compras y procurarse bienes esenciales. Esa persona debe tener la prueba de haber dado negativo a una prueba de covid en las 24 horas anteriores, según informaron fuentes oficiales.
Estas fuentes agregan que todos los residentes deben ser sometidos a test, y se les insta a no abandonar la ciudad salvo en caso de “absoluta necesidad”.
China es la última gran economía que aplica la política de “Cero COVID”, de lucha contra el virus mediante confinamientos y pruebas de detección masivas, además de largas cuarentenas
Política “Cero COVID”
La pandemia cambió estilos de vida de los seres humanos y de naciones completas. Ejemplo de ello, fue China que, pese a las reducciones de contagio, el país apenas comienza a pagar las facturas por los costos que generó el confinamiento para la ciudad y sus residentes.
Tomando en cuenta que la variante Ómicron tiene una baja tasa de mortalidad entre los vacunados y que gran parte del resto del planeta se convenció de cambiar sus estrategias, desde los confinamientos a restricciones a los movimientos e inmunización masiva, los críticos se preguntan las razones de que la política Cero COVID de China haya llegado para quedarse.
La estrategia “Cero COVID” estipula el confinamiento de barrios o ciudades tras la aparición de casos de COVID, una cuarentena para las personas positivas y pruebas masivas, incluso, si las personas positivas son asintomáticas.
En varias ocasiones Li Bin, viceministro de Salud de ese país, ha declarado a la prensa que se trata de “una arma eficaz para prevenir y controlar la epidemia”, en China, donde viven mil 400 millones de personas.
Cuando se produjo el primer brote de COVID-19, a fines de 2019, en la ciudad china de Wuhan, el país no estaba preparado para la irrupción de una enfermedad de esas dimensiones.
Si bien en 2002 se había creado el Centro Chino para el Control y Prevención de Enfermedades, nunca se consolidó ni tuvo la oportunidad de funcionar con eficiencia, a pesar del brote del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS) del año siguiente.
Así, cuando llegó COVID-19, con su tasa comparativamente más alta de mortalidad, el gobierno chino no tuvo muchas más opciones que adoptar un modelo de tiempos de guerra, cerrando la ciudad y movilizando recursos adicionales (incluido personal médico) para una emergencia.
De esta manera, el confinamiento de Wuhan, que duró 76 días, resultó vital en esas circunstancias. Pero, dicen expertos, si China hubiera contado con un sistema de respuesta a brotes de enfermedades basado en la epidemiología, es probable que se hubiera podido evitar las restricciones más severas, o al menos acortarlas de manera considerable.