La repentina muerte del opositor ruso, Alexei Navalni, sigue siendo una incógnita. Se acusa a las autoridades de intentar cubrir las huellas del deceso al negarse a entregar el cuerpo a su familia.
La madre de Navalni, Liudmila Navalnaya, reclamó los restos en la prisión “Lobo Polar”, en el Ártico ruso, pero solo recibió el certificado de defunción sin especificar el motivo de la muerte. La versión oficial de la autopsia arrojaría resultados la semana próxima.
El vocero del Kremlin, Dmitri Peskov, consideró inaceptables las acusaciones del asesinato de Estado vertidas por Occidente.
La muerte de Navalny va mucho más allá del destino de la oposición rusa, juzgan los analistas.
“Todo parece indicar que se trata de un asesinato político, aparentemente programado para coincidir con las elecciones y solicitado, por así decirlo, por una necesidad política interna preelectoral”, expresó Ekaterina Schulmann, politóloga del Centro Carnegie Rusia, en Berlín.
En ciudades rusas y de otros países continúan las manifestaciones de repudio a Putin.
La policía acordonó varios actos conmemorativos, tomó fotografías a los asistentes y anotó sus datos personales. Ya suman más de cien personas detenidas.