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Mujeres de Yemen sufren aumento de restricciones de rebeldes hutíes 

El sueño de la estudiante yemení, Abir al Maqtari, de estudiar en el extranjero naufragó a causa del endurecimiento de las restricciones a las mujeres que imponen los rebeldes hutíes, que hacen eco a los regímenes religiosos de Irán y Afganistán.  

Los hutíes respaldados por Irán -que controlan parte del territorio yemení desde que se apoderaron de la capital, Saná, en 2014- han impuesto cada vez más restricciones de viaje a las mujeres en los últimos ocho meses, aseguraron residentes y activistas.   

Maqtari, de 21 años, proveniente de la ciudad de Taez, al suroeste de Yemen, estaba lista para estudiar en Egipto, tras haber obtenido una beca en El Cairo, pero los hutíes le prohibieron salir del aeropuerto de Saná sin un acompañante masculino. 

“Entonces pensé que podría intentar viajar a través del aeropuerto de Adén controlado por el Gobierno, pero los hutíes también me impidieron llegar”, explicó.

La sociedad yemení, aunque profundamente conservadora, tradicionalmente ha dejado espacio para las libertades individuales, pero esto está cambiando bajo el movimiento de los hutíes, que fue fundado con el objetivo de impulsar una teocracia. 

Recientemente, los rebeldes tomaron medidas drásticas contra las mujeres que viajan sin un “mahram” o pariente varón, incluso dentro del país, así como a las que viven en el bastión de los rebeldes en el noroeste de Sadah se les niega la anticoncepción si no tienen una receta y su esposo no está presente. 

En Sadah y algunos pueblos pequeños, las mujeres no pueden viajar solas después del anochecer, ni siquiera para emergencias médicas, puesto que una fuerza policial compuesta exclusivamente por mujeres y llamada “Zainabiyat” impone controles. 

Sin embargo, hay numerosos ejemplos de mujeres que se quejan y resisten a estas medidas, especialmente en las grandes ciudades.  

Como mujer yemení, siento que me están robando todos mis derechos y libertades expresó Maqtari.

“Peligrosos” antecedentes  

Los hutíes provenientes de la zona montañosa del norte de Yemen pertenecen a la minoría zaidí, una rama del islam chiíta que constituye más de un tercio de la población de este fracturado país, de mayoría sunita.  

Este grupo de línea dura surgió en la década de 1990, alzándose denunciando el abandono de su región. 

Ha estado luchando contra una coalición progubernamental liderada por Arabia Saudita desde 2015, un conflicto que ha dejado cientos de miles de muertos y millones al borde de la hambruna. 

Las restricciones de las libertades femeninas se dan paralelamente a la emisión de los decretos de los fundamentalistas talibanes en Afganistán, aunque no forman parte de la ley yemení y se aplican arbitrariamente mediante directivas de los rebeldes.

Radhya al Mutawakel, cofundadora del grupo yemení de derechos Mwatana, dijo que las restricciones de viaje marcan un antecedente “muy peligroso” y afectan de manera desproporcionada a las mujeres que tienen trabajo. 

“Esta es la primera vez que una decisión que limita la libertad de movimiento de las mujeres proviene de una autoridad oficial”, comentó Mutawakel.

Por su parte, Bilqees al Lahbi, consultora de género en el grupo de expertos del Centro de Estudios Estratégicos de Saná, considera que las restricciones tienen como objetivo satisfacer a la rama más extrema del movimiento de los hutíes y ejercer control político.  

“Se inspiran tanto en el modelo iraní como en el de los talibanes para silenciar toda oposición y subyugar a la sociedad“, aseguró. 

“Talibanizar la sociedad” 

Pero en las principales ciudades, los residentes se resisten a los “intentos de talibanizar la sociedad”, expuso Mutawakel y destacó el rol de la población más joven y desafiante de Saná.  

Aicha Ahmed fue obligada a cerrar su salón de belleza y gimnasio en Saná durante meses después de que los hutíes cerraran piscinas, gimnasios y otros negocios que atienden exclusivamente a mujeres durante el verano.

Después de repetidas quejas y de una importante presencia en las redes sociales, se le permitió reabrir su salón, pero no el gimnasio, por lo que ocho empleados perdieron sus trabajos.  

En la ciudad occidental de Hodeida, también bajo control hutí, la propietaria de un café para mujeres tuvo que luchar para mantener su negocio.  

“Les dijimos que estábamos dispuestos a respetar todas sus condiciones”, dijo la mujer de 38 años, que pidió permanecer en el anonimato por motivos de seguridad.

En Saná, una protesta por la prohibición de que hombres y mujeres se mezclen en las ceremonias de graduación y en los restaurantes, así como la prohibición de la música durante ciertos eventos, ha obligado a las autoridades a dar marcha atrás. 

Pero es una batalla a largo plazo. No sabemos quién ganará, porque al final, la población está agotada”, dijo Mutawakel.

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