Sus coordenadas son el Pacífico, al oeste, y el Caribe al este. Se encuentra entre Honduras y al sur está Costa Rica. Su nombre lo debe a la tribu amerindia de los nicaros, que habitaban el territorio antes de la llegada de los españoles. En 1502 arribó Cristóbal Colón y la brújula cambió.
Entre su maravillosa vegetación, enaltecida con la transparencia de sus aguas cristalinas, la realidad de Nicaragua se impone. Apenas hace dos meses, la ONU hizo un llamado urgente, junto a El Salvador, Guatemala y Honduras, a ayudarles a no tener que enfrentar una inminente hambruna.
El inicio de la segunda década del siglo XXI es la demostración de una continuidad en la precarización del país centroamericano, que ahora se ha potenciado por la llegada de la pandemia. Un COVID-19 que está presente en todo mundo, pero que en Nicaragua parecería no existir: “Mientras en Europa y algunos países de América Latina se hablaba de confinamiento, cierre de establecimientos y distanciamiento social, en Nicaragua el Gobierno no hizo nada.
El 14 de marzo de 2020, aún sin casos confirmados, se llevó a cabo la marcha “Amor en tiempos del COVID”. Participaron simpatizantes del presidente Daniel Ortega y algunos trabajadores de la salud. Tenían pancartas que prácticamente daban la bienvenida al virus”, cuenta Silvia López, periodista residente en Managua, capital nicaragüense, y quien ha pedido cambiarle el nombre debido a la represión que existe en su país.
El Gobierno de Nicaragua, que desde el inicio negó la existencia de la pandemia, tenía claros sus objetivos: resistir y cerrar toda posibilidad de confinamientos.
Recuerdo que incluso, iniciada la situación en el mundo, el Instituto de Turismo organizó la recepción de cruceristas en Puerto de Corinto. Había niños abrazando a los recién llegados. Parecía no pasar nada. Fue hasta junio cuando Daniel Ortega empezó a hablar de distanciamiento social. El cubrebocas lo recomendaba sólo si se estaba enfermo. Tal como ahora, él y su gabinete nunca usaron esta protección, se saludan de mano y abrazo, sin cuidado alguno”, rememora López.
A cientos de kilómetros, Suecia fue noticia con el fracaso de su método de combate a la pandemia de COVID-19. Apostaron por la “inmunidad de rebaño”. Ésta consiste en que, debido a la existencia de una vacuna o por exposición, en la medida en que el porcentaje de personas inmunes va en aumento, la probabilidad de que una persona que es contagiosa se encuentre con e infecte a una persona que no sea inmune, disminuye. El país nórdico fracasó y tuvo que adoptar las medias internacionales. Incluso llegó a ser uno de los más afectados de Europa por el coronavirus.
Daniel Ortega dijo que haríamos lo mismo: apostar por la inmunidad de rebaño. La diferencia fue que en Nicaragua no había indicadores para saber si alguien tenía el padecimiento o no. El único apto para aplicar los test era el Gobierno. El Banco Centroamericano de Integración Económica donó 26 mil pruebas, pero nunca se rindió cuentas sobre el uso y menos el resultado de éstas. La gente se enteró de que había tenido el virus por las lesiones en los pulmones o por los síntomas que habrían tenido”, afirma la periodista.
Silvia López afirma que la tardía reacción por parte de su gobierno, que actualmente asegura que durante unas semanas ha habido sólo un muerto por el virus, no ha ayudado más que a generar más especulaciones sobre la situación real del país.
De acuerdo con la periodista, hay una enorme disparidad de cifras. El Observatorio Ciudadano del COVID y el Comité Disciplinario de Médicos, que surgieron a raíz de este manejo de información tan escueto, han tomado acciones como abrir una línea de consultas telefónicas. Ellos contabilizaban 8 mil casos.
Hasta que inició la búsqueda de fondos internacionales fue cuando Daniel Ortega ‘invitó’ a usar cubrebocas. Por su parte, el sector privado mandó a cuarentena a sus empleados, pese a la negativa del Gobierno. Ortega y sus seguidores seguían sosteniendo que no era necesario, pese a que en menos de 24 horas murieron tres personas mayores de su partido. Incluso, durante los primeros meses de la pandemia, la policía insultaba o agredía a quienes usaban cubrebocas”, comenta López.
La vacunación es otro tema invisible en el léxico del mandato de Daniel Ortega que, según Silvia, aún no sabe si se propondrá por cuarta vez en las elecciones que serán este año.
“No se tiene claridad en cuál será la propuesta de la oposición, y el actual presidente no tiene ninguna barrera para reelegirse. Incluso llevamos dos años esperando una reforma electoral de la que no se sabe nada”, agrega la periodista nicaragüense, al indicar que su país solo ha recibido el antígeno de la India, COVAXIN, y la rusa Sputnik, para las que tampoco hay más datos, sólo que se está aplicando a adultos mayores y gente con enfermedades crónicas, “pero no hay un plan de vacunación claro. Las que hay, las obtuvimos donadas mediante COVAX. Tampoco el presidente ha dicho que se vayan a adquirir”, enfatizó Silvia.
Las muertes son otro tema que ha cobrado relevancia en Nicaragua. No hay cifras concretas.
Se empezó a hablar de entierros exprés. El Ministerio de Salud dispuso de camionetas con ataúdes que enterraban en la madrugada, con uno o dos familiares. Ahí fue cuando la gente empezó a cuidarse más”, advierte la comunicadora.
Bajo la sombra de una represión política desde 2018, Nicaragua no ve tregua a la situación que se agrava cada vez más por las diferentes aristas que presenta su conflicto. Las problemáticas se han empezado a mezclar: “Se habla de presos políticos muertos por COVID-19, pero no hay quién lo confirme o lo desmienta. Lo único que ha traído el virus es más polarización política. Los expresos políticos, sus familiares, o líderes son vigilados desde las 5:00 de la mañana hasta las 5:00 de la tarde. En septiembre de 2018 se prohibieron las manifestaciones. No es que no quiera salir la gente, si alguien lo hace, lo detienen. Acaba de pasar con un estudiante que salió con una pancarta. Está detenido por tráfico de drogas”, revela Silvia.
La situación sociopolítica, el empañado panorama electoral, la invisibilizada realidad sobre el COVID-19 en este país centroamericano, así como la situación económica que no invita más que a un panorama más desalentador que antes de la pandemia, son el indicador que ha encendido el botón de emergencia a la comunidad mundial hacia una nación que tiene la esperanza de poco, pero la lucha, aunque sea suspendida, en alto.
Nicaragua es uno de los pocos países en el mundo en el que nunca se decretó la alarma alguna del coronavirus, incluso no hay información sobre sus causas y efectos. Silvia explica que tienen “la alerta roja y amarilla para temas de desastre y epidemiología. Se ha decretado por dengue, zika y chikungunya, pero no por COVID-19”, un virus que ha dejado invisibles cifras, un predecible panorama electoral y una muy inminente crisis humanitaria.