
El papa Francisco fue el tercer pontífice en visitar México. Y el primero que hablaba español.
Llegó el 12 de febrero de 2016 a la Basílica de Guadalupe, portaba el típico sombrero de charro. Durante cinco días tuvo actividades en Ciudad de México, Estado de México, Chiapas, Michoacán y Chihuahua.
Como jefe de estado del Vaticano fue el primer pontífice en visitar el Palacio Nacional. Pidió a las juventudes justicia y honestidad.
En su segundo día visitó Ecatepec, Estado de México, el municipio más poblado del país. Habló ante más de 300 mil personas. Pidió hacer de México una tierra de oportunidades:
“Donde no haya necesidad de emigrar para soñar, donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar, donde no haya necesidad de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos, el oportunismo de unos pocos. Una tierra que no tenga que llorar a hombres y mujeres a jóvenes y niños que terminan destruidos en las manos de los traficantes de la muerte”, dijo durante su discurso.
En San Cristóbal de las Casas, Chiapas, celebró una misa a la que asistieron cerca de 100 mil personas de pueblos originarios de México y Centroamérica. Hubo lecturas litúrgicas en lenguas tzeltal, tzotzil y chol.
El papa francisco llamó a pedirles perdón a estas comunidades vulneradas históricamente.
En Morelia, Michoacán, se reunió con 100 mil jóvenes de diferentes partes del país. Y en Chihuahua con 800 personas privadas de su libertad del Centro de Readaptación Social número 3 de Ciudad Juárez.
Durante la misa del papa Francisco, Ciudad Juárez, la frontera norte de México, se transformó en la capital mundial de la migración y en el recinto ferial a un lado de la valla que separa a México de Estados Unidos.
Esta tragedia humana que representa la migración forzada hoy en día es un fenómeno global, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias.
Ofició la primera homilía binacional en la que participaron obispos mexicanos y de Estados Unidos.