Son misioneros cristianos, pero la guerra los convirtió en salvadores de decenas de personas a las que han ayudado a cruzar la frontera y huir.
Cinthia Báez y su esposo Martín Corona llegaron a Ucrania hace seis años, hoy son los artífices del plan de escape de al menos 50 personas, entre ellos algunos de los mexicanos repatriados en el primer vuelo humanitario de la Fuerza Área Mexicana.
El primero grupo se conectó aquí también a través de otro chico, Pablo Hernández, el sigue aquí con nosotros. Y dijo: Martín, aquí hay un grupo de personas Mexicanas que están en Jarcov precisamente, tienen que salir. “Diles que se vengan, les doy las coordenadas, llegan a nuestra Ciudad, descansan y de ahí planeamos cómo moverse a la frontera”, comentó Cinthia Báez, misionera mexicana en Ucrania.
Cinthia se encuentra en el pasillo de su casa en Dinipro, ahí es donde se resguarda cada vez que escucha la sirena que alerta de nuevos bombardeos.
Está a a obscuras porque el toque de queda les prohíbe mantener la luz encendida al anochecer.
Martín salió ayer rumbo a Lviev a dejar un grupo de 10 personas, entre ellos siete niños que logró dejar en la frontera con Polonia.
Al principio se hacían dos días, este último viaje se hizo a las siete de la mañana y se va directo, directo, solo para en algunos lugares y llegó hoy como a las 10 de la mañana”, explicó Báez.
Para llegar a la frontera con Polonia, la misionera cruza cerca de mil kilómetros, Dnipro, Human, después Vinnytsa, y llega finalmente a Leopolis, para desde ese punto cruzar a territorio polaco.
La otra ruta es llegar a Siret, misma por la que ayudaron a escapar otro grupo de mexicanos y que fueron repatriados en el segundo vuelo de la Fuerza Área Mexicana.
Nos hizo una ruta segura desde Jarcov hasta Dinipro y de Dnipro nos hizo otra ruta segura harás cerca de la frontera, un pueblito cerca de la frontera, a una hora y media de Sirtet, Rumania con un monasterio romano”, dijo Iliana Monárrez, mexicana repatriada.
Pero lo más difícil, relata Cinthia, es la impotencia por dejar a personas que quieren huir por falta de espacio en la camioneta.
Mi esposo llegó pensando que iba a meter 14 personas, al final metió 15 pero hubo gente que se quedó. Entonces es horrible cuando la gente te dice ‘por favor, déjame ir, déjame ir’ y mi esposo dijo que no podría porque ya era demasiada gente y era arriesgarse a que se descomponga la camioneta y ninguno se vaya”, detalló Báez.
¿Que si tiene miedo? Todo el tiempo, la idea de la muerte, comenta la pareja, nunca se había hecho tan presente. Al final, la fe de estos mexicanos se ha convertido en la salvación de muchas personas.
Han habido días más difíciles que otros, Recuerdo la semana pasada, fue horrible, horrible, escuchabas por todos lados detonaciones. Decía Dios mío es aquí, es aquí. Gracias a Dios lo que cayó, cayó en campos”, concluyó la misionera mexicana.