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¿Por qué el COVID-19 en Brasil es un problema mundial?

El “negacionismo” del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro sobre la pandemia COVID-19 le ha cobrado factura. El jueves registró, por primera vez, más de 100 mil contagios del virus en 24 horas. Se trata de un nuevo récord de una pandemia que, según su Ministerio de Salud, le ha quitado la vida a más de 300 mil personas.

Las amenazas sociales, en salubridad, economía y políticas son inminentes para el país sudamericano. Sumado a ello, ha sonado una alarma mundial que hace preguntarnos por qué la situación del país amazónico es un problema global. Las siguientes claves ayudarán a explicar un conflicto que se ha reforzado por acciones como “fiestas clandestinas en Año Nuevo y carnavales, y la nueva cepa que empiezan a integrar a los jóvenes a los grupos de riesgo”, estima Mariana Xavier Galvão Medina, comunicóloga y habitante de Minas Gerais, capital es Belo Horizonte.

Vacunación. El proceso de vacunación ha sido lento en Brasil. Esa situación no ha ayudado a disminuir el número de contagios y menos de muertes. La adquisición del antígeno, como en todo el mundo, se encuentra a la disposición de la entrega de las farmacéuticas en un panorama que ya era urgente desde sus inicios para la nación.

Economía. Una de las preocupaciones que ha manifestado el presidente Jair Bolsonaro y bandera con la que reaccionó más tarde que otros países desde 2020, es la económica. Este arranque de 2021 se ha dado la inminente suspensión de actividades, por cuenta propia más que por decreto gubernamental, de gigantes empresariales como Volkswagen y Mercedes Benz.

Saturación hospitalaria. El aumento de casos tiene, en automático, el mismo efecto de hospitalizaciones. “Incluso en los privados ya no hay lugares. Hay regiones donde se sostiene que los públicos han llegado a prestar camas para abastecer un poco la saturada situación de cuidados intensivos, lo cual se traduce incluso en no ‘poder’ tampoco enfermarse de otro padecimiento porque, simplemente, no hay hospitales”, comenta Mariana Xavier.

Incremento de muertes. A menor atención médica, mayor posibilidad de muertes. “El personal médico está agotado, ha habido falta de oxígeno en Manaus (en el estado de Amazonas), pero ahora, por primera vez, también ha empezado a carecer en Sao Pablo”, relató Xavier Galvão Medina.

El semáforo epidemiológico ya no funciona. Lo que en México es el Semáforo Epidemiológico, en Brasil son bandeiras: verde, amarela, vermelha e roxa. Se trata de cuatro códigos de color al que para nosotros se agregaría el último y está representado por el morado. “Indica una situación extremamente crítica, apegado al toque de queda. Fue una bandeira que salió de Sao Pablo, pero que tampoco tuvo mayor repercusión. Simplemente indicó el peligro en el que estábamos y aun así nadie hizo caso”, destacó Mariana.

Falseo de datos. Fue noticia mundial que el presidente de Brasil diera a conocer abiertamente su postura sobre la pandemia COVID-19: no creía en ésta y menos confiaba en las medidas de sana distancia. “Incluso en la primera ‘ola’ del virus dijo abiertamente que ya no daría a conocer el número de muertos, cuando la cifra estaba en incremento. Éramos el primer país en muertes”, subrayó la comunicóloga.

Adelanto de puentes. Xavier Galvão Medina recuerda que, “así como 2020, este 2021 adelantarán vacaciones y hasta días festivos de 2022. La finalidad es que la gente no salga, pero tal como el año pasado, seguramente habrá fiestas masivas, saldrán a las playas y asistirán a conciertos. Incluso han detenido a cantantes por dar sus presentaciones a escondidas. La gente ha sido un factor esencial para que no salgamos de la situación”.

Reapertura de escuelas. En febrero pasado, Brasil reabrió sus escuelas. Cuando la mayor parte del mundo estaba tratando de frenar una siguiente “ola”, el país sudamericano hizo lo contrario: “Se sabía de muchos casos de profesores contagiados. El tráfico aumentó de inmediato, lo cual hizo inminente el incremento de enfermos por el transporte público, donde la gente tenía que pasar aglomerada mucha gente”, explicó Mariana Xavier.

Un Gobierno “seguro de sí mismo”. En 2022, Brasil tendrá elecciones presidenciales. “Jair Bolsonaro no se preocupa: sus adeptos, los de derecha, ya los tiene seguros; la izquierda está dividida, muchos venden sus votos. Hay un gran temor por que vuelva a ganar. Es evidente que se cree seguro de que volverá a ser presidente”, señala la comunicóloga que hizo una estancia en México en 2014.

La nueva cepa. Hasta el momento se sabe que la variante P1 del COVID-19, o cepa brasileña, es 2.5 veces más potente en rapidez de transmisión. Esa situación, más el recelo de información de Bolsonaro, coloca al país amazónico en el punto rojo más preocupante de América Latina, e incluso del mundo entero. Esto, tras las repercusiones que pueda tener cada uno de los detonantes que, hasta el momento, sólo se estiman de “graves” para un país que, según la Organización Mundial de la Salud, es el segundo con mayor número de contagios y muertes por un virus que no ha sido mínimamente atacado.

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