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¿Por qué es esencial voltear a ver a El Salvador en estos momentos?

El Salvador se ha puesto en un foco intermitente del mundo occidental, e incluso oriental, desde la llegada, hace dos años, de su presidente Nayib Bukele. En medio de una condena internacional, como la de la Unión Europea, por la destitución de los magistrados propietarios y suplentes de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia; en contraste con la neutralidad de países como China.

 

Otra línea ha sido la económica, el actual mandatario salvadoreño ha llevado a cabo reformas fiscales, como la imposición de impuestos a medios impresos, hecho que no se había visto en 70 años en el país centroamericano.

 

Este panorama, que pareciera formar una naciente ambigüedad sobre el destino de El Salvador, presenta una serie de aristas que aún no dejan claro si el gobierno salvadoreño se dirige hacia una dictadura, como muchos le han tachado, o hacia una democratización más incluyente.

 

Un primer punto es que, con la llegada de Bukele y sus decisiones, se rompe con el balance o división de poderes. Esto podría establecer una posible gobernabilidad autoritaria. En contraparte, es relevante que, a partir de las últimas destituciones, el presidente ya no va a tener a quién culpar por lo que suceda en El Salvador, lo cual era una constante anteriormente”, explica el doctor Antonio Hernández Macías, académico en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC).

 

 

Hacia una democracia “delegativa”

 

La doctora Eva Leticia Orduña, investigadora en el CIALC, afirma que el caso de El Salvador “hace evocar a la ‘democracia delegativa’, que fue acuñado por el politólogo Guillermo O’Donnell en 1991. En este planteamiento, se describen las características de varios presidentes latinoamericanos de aquella época. Se trata de aquella democracia en la cual el pueblo delega todo el poder en el presidente, en oposición a la democracia representativa, en la que el presidente representa a los ciudadanos. Aquí, los presidentes llegan al poder mediante elecciones libres y transparentes, pero se caracterizan por acaparar el poder de manera personal, por erigirse en intérprete del pueblo y actuar en su nombre. Se trata de mandatarios sumamente populares. Parecen haber recibido un cheque en blanco de parte de este pueblo, tienen tendencia a desmantelar las instituciones que le impiden acaparar el poder y son líderes carismáticos.

 

“Considero que Bukele tiene muchas de estas características. Lo que ha hecho para destituir a magistrados, violando disposiciones constitucionales y disposiciones (sustantivas y procedimentales) establecidas en otros instrumentos jurídicos es sólo una muestra de su intención de acaparar el poder. Tiene una gran aceptación popular. Esto le da el poder para hacer prácticamente lo que se le plazca”, detalla la académica.

 

 

Ir al trasfondo

 

Indiscutiblemente, la situación actual de El Salvador va más allá del presente.

 

“Hay que entender el proceso histórico. El país llega a las elecciones después de un proceso de guerra en el que nadie ganó y nadie perdió. Los gobernantes anteriores tocaban el poder sin solucionar problemas como la pobreza y discriminación”.

 

Tras la llegada de Bukele, se deslinda de ese pasado gubernamental. Aparece como una alternativa. Aunque a su llegada sigue la violencia y guerrillas, en la elección intermedia demuestra su aplastante victoria. Su conclusión es que no tiene la necesidad de negociar con nadie. Visiblemente quiere mostrar no sólo su mayoría, sino la posibilidad de instrumentar cambios. Aún no se sabe si para bien o para mal. Pero se ha convertido en un líder indiscutiblemente difícil de frenar. Lo que también no hay que olvidar, es que su triunfo fue acompañado de un 40% de abstencionismo. Ese porcentaje es un ‘no me representa el presidente’”, agrega la académica del CIALC, Silvia Soriano.

 

 

Ambigüedad constitucional

 

La presencia de Nayib Bukele como mandatario de El Salvador presenta una ambigüedad constitucional que se puede ejemplificar con dos casos concretos.

 

Es indudable que los homicidios han descendido. Eso lo ve bien la población sensible a los discursos. En contraparte, había investigaciones a cargo del fiscal general que fue separado de su cargo por Bukele, sobre casos de corrupción en personas cercanas al mandatario”, aclara el doctor Morgan Quero, miembro del CIALC.

 

 

La urgencia de una reforma estructural

 

El Salvador es apenas una muestra representativa de lo que está sucediendo en América Latina.

 

En toda la región hay que llevar a cabo “una nueva reflexión sobre la democracia de nuestras instituciones. A veces se ha hecho de manera crítica, pero sin saber de nuestra situación histórica estructural, nuestra dinámica, nuestras propias tradiciones y conflictos que vivimos en cada país no tiene cauce institucional adecuado.

 

En toda esta parte del continente americano quedan pendientes tres ejes: el de seguridad, el institucional y el de la lucha contra la corrupción. Hay que lograr una mayor inclusión social, reducir la brecha social. Tenemos capitales modernas, pero sociedades empobrecidas. Es importante buscar la inclusión social y la lucha contra la corrupción”, establece el académico Morgan Quero.

 

La efervescente situación en Colombia, más lo que se ve venir en El Salvador, con esa magnitud tan impredecible, son ejemplos de los cambios que está sufriendo Latinoamérica, las señales claras de una necesaria reforma multisectorial que no se verá reflejada en un futuro cercano, pero sí que se ha empezado a calentar “a fuego lento”, con resultados que habrán de ser evaluados, en su momento, pero que al menos están empezando a marcar nuevos horizontes sobre la región en las presentes coordenadas espacio-temporales de este Siglo XXI.

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