San Antonio, Texas, en Estados Unidos, es una ruta de tránsito de migrantes que buscan una mejor vida.
Es un primer punto para después viajar a otras localidades en Estados Unidos donde van con la promesa, generalmente de un familiar, de conseguir un empleo.
Edwin Sánchez tiene como destino Nueva York.
“Estamos esperando a ver si supuestamente una ayudita o algo, yo desearía un trabajito, de dos días, tres días y hago mi pasaje”, dijo Edwin Sánchez, migrante de Venezuela.
La autopista interestatal 35 que parte de Laredo, Texas, es un tramo de 2 mil 518 kilómetros que llega hasta Minnesota. Se ha convertido en el “corredor del migrante” y pasa cerca de San Antonio.
Las personas indocumentadas escondidas en tráileres y otros vehículos suelen bajarse en distintos puntos de esta carretera para llegar a sus destinos.
El alcalde demócrata de San Antonio, Ron Nirenberg, y otras autoridades locales, están abiertos a recibir a los migrantes.
“En lugar de gastar dólares de Texas en un programa fallido de seguridad fronteriza, deberíamos usar esos fondos para ayudar a los inmigrantes, gastar esos fondos para atrapar a los contrabandistas y ladrones que viven aquí en Texas”, señaló Nelson Wolff, juez del condado de Bexar, Texas.
Son hechos más que palabras. Así lo refleja este albergue donde los viajeros migrantes llegan fatigados y temerosos de ser detenidos por las autoridades. Ahí reciben alimento y un lugar donde dormir.
“El camino ha sido muy duro, me han asaltado, he pedido de comer en la calle, me lo han negado, he pasado frío, he pasado como ahora lluvia, dormí en el monte, la migración me ha correteado”, puntualizó Austin Hernández, migrante de Honduras.
El albergue tiene capacidad para recibir a 150 personas, pero en ocasiones llegan 400. Muchos terminan durmiendo en el suelo o en un parque cercano.
Esta situación es la nueva fisonomía de eso que llaman “sueño americano”.
