Más de 300 migrantes centroamericanos se amotinaron este miércoles en la instalación del Instituto Nacional de Migración (INM), conocida como “El Cupapé”, en Tuxtla Gutiérrez, en Chiapas.
Los migrantes que se manifestaron al interior de las oficinas del INM se quejaron por la falta de atención médica, agua, mantenimiento de las instalaciones y un supuesto caso de COVID-19.
Además, exigieron a las autoridades migratorias un mejor trato, comida, mejores condiciones para dormir, y sobre todo, no ser deportados a sus lugares de origen.
La protesta de los migrantes duró poco más de una hora, por lo que al no cumplirse sus demandas comenzaron a gritar, golpear puertas y a derribar las vallas metálicas de seguridad que los separaban de las oficinas, así como de la puerta principal que da hacia el exterior.
Una de las migrantes de El Salvador de nombre Alma logró llegar hasta la barda de concreto del INM, con su hijo de 3 años, y aseguró que estaba embarazada, que viajaba con su marido y otro hijo más. Sin embargo, dijo que no sabía nada de su familia ya que los habían separado y que temía por la salud de su bebé pues no tenía control prenatal.
La mujer, de unos 30 años, exigió a las autoridades reunirse con su familia y que en caso de ser deportados a su país fuera a todos juntos, pues subrayó no se sentía segura en la instalación, tras el rumor que uno de los médicos de las oficinas presuntamente estaba contagiado de COVID-19.
Dicen que el doctor está enfermo y así está atendiendo a los que estamos aquí a dentro y hay mucha gente. Estoy angustiada porque tengo un mes de embarazo y no tengo un control”, dijo una mujer centroamericana.