En ocasión del Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, que se conmemora cada 15 de junio, de acuerdo con la Asamblea General de las Naciones Unidas, las personas mayores son víctimas a diario de discriminación y exclusión social, lo cual se define como un problema social mundial que afecta tanto en la salud como en otros derechos humanos de millones de personas mayores y es, por tanto, un problema que requiere la atención debida por parte de la comunidad internacional.
Dentro de este sector poblacional el número de mujeres de edad es mayor que el de los hombres. 6.1% de las mujeres de 65 y más años que han tenido pareja alguna vez en la vida han sufrido violencia física, frente a 12.1% de las mujeres menores de 65 años. También 6.1% de las mujeres mayores han sufrido violencia sexual de alguna pareja o expareja a lo largo de sus vidas, frente a 9.0% de las mujeres de menos edad.
Por ello, la Asamblea General de las Naciones Unidas pidió a los Gobiernos a que presten mayor atención a la creación de capacidades para erradicar la pobreza entre las personas de edad, en particular para las mujeres, a través de estrategias que tengan en cuenta la trayectoria vital de la persona en su totalidad y fomenten la solidaridad intergeneracional, el empoderamiento de las personas mayores y la promoción de sus derechos.
Así como la sensibilización sobre el envejecimiento, proveer de condiciones que permitan a las familias y comunidades proporcionar cuidados y protección a las personas a medida que envejecen, a evaluar la mejora del estado de salud de las personas de edad, en particular en función del género, y a reducir la discapacidad y la mortalidad.
Con la emergencia sanitaria se redujeron significativamente los ingresos y el nivel de vida de los ancianos; actualmente, menos de 20% de las personas en edad de jubilación reciben una pensión, precisa el organismo internacional, de acuerdo a datos de 2017.
Asimismo, según el más reciente Censo de Población y Vivienda, la población de 60 años y más pasó de 9.1% en 2010, a 12.0% en 2020, mientras que la población de cero a 17 años disminuyó de 35.4% a 30.4% en el mismo lapso. Es decir, hay más de 15 millones de personas residentes en el país que tienen 60 años y más.
Además, el Instituto para el Envejecimiento Digno de la Ciudad de México señala que en 2020 se atendieron 863 casos denunciados por vecinos, familiares o de forma anónima. De esos, 32% fue por violencia psicoemocional, 31% por patrimonial y económica, 27% debido a omisión de cuidados y nueve por ciento relacionados con agresiones físicas. “Estos datos son tan sólo un reflejo de lo que ocurre dentro de los hogares en la capital de México. Pero no ha sido estudiado, aquello que se construye y normaliza socialmente”, establece Marissa Vivaldo, en el ensayo “15 de junio. Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y el Maltrato en la Vejez”.
Formas de violencia
Empujones, golpes, amenazas, burlas, infantilización, encierro y discriminación, son parte de las formas en que se manifiestan el abuso y el maltrato a las personas mayores, acciones que están altamente normalizadas.
Quienes viven esta situación de manera cotidiana, en ocasiones son incapaces de percatarse de lo que padecen porque la consideran “natural”, lo mismo sucede cuando la violencia es ocasionada por personas con quienes tienen lazos de afecto, familiar o de confianza.
Aunque se desconoce la magnitud del maltrato en la vejez, su importancia social y moral es indiscutible. Por este motivo, requiere una respuesta mundial multifacética que se centre en la protección de los derechos de las personas de edad, establece la Organización de las Naciones Unidas.
Nuevos tipos de maltrato
El común es el psicológico y emocional (desde la indiferencia, hasta gritos, amenazas, insultos, frases que desvalorizan como “nos estás quitando el aire” o “ya deberías estar tres metros bajo tierra”); el sexual, que, aunque no es tan frecuente se presenta; o el financiero, especialmente el despojo de propiedades, que está escalando cada vez más.
También existe el institucional, manifestado en la inexistencia, mal ejercicio e incumplimiento de las leyes o la presencia de normas sociales, comunitarias y culturales que desvalorizan la imagen de la persona mayor y se expresan socialmente como discriminación, marginalidad y exclusión social. A eso se suma la negligencia y, en el peor de los casos, el abandono.
Se suma la estigmatización durante la pandemia: se profundiza la idea de que son frágiles, dependientes, incapaces y, en algunos sectores, se pone en duda el valor de su vida y su relevancia para el desarrollo de la sociedad.
Los principios de dignidad, autonomía, independencia, participación, autorrealización, cuidado y bienestar, seguridad, equidad e igualdad de género, buen trato y respeto a la diversidad cultural han sido violentados. A partir de un discurso de protección a la salud para evitar contagios, durante el último año se les ha excluido de espacios de participación y han surgido nuevas formas de maltrato y abuso que son normalizadas: “yo no le doy permiso de salir a mis papás”, es sólo un ejemplo.
Para la integrante del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez “existen una serie de categorías que colocan a las personas que envejecen en mayor riesgo de ser maltratadas o ser víctimas de algún tipo de abuso. Es decir, ser mujer, indígena, afromexicana, vivir en pobreza, ser migrante, desplazada, padecer alguna enfermedad, tener alguna discapacidad, condición mental como la demencia, preferencia sexual distinta a la heterosexual, entre otras, ocasiona que se acumulen vulnerabilidades y se profundicen las desigualdades”.
Por desgracia, continúa, quienes más ejercen el abuso o el maltrato son los propios familiares, como las parejas, hijos, hermanos o nietos. Cuando una persona mayor empieza a tener condiciones de fragilidad es probable que el paso siguiente sea la dependencia física, económica, de cuidados, situación que trastoca la red primaria que es la familia.
De ahí la importancia de que existan políticas públicas que respeten los derechos humanos de las personas mayores. En la capital del país la recientemente aprobada Ley de Reconocimiento de los Derechos de las Personas Mayores y del Sistema Integral para su Atención en la Ciudad de México, pone énfasis especial en el derecho de este grupo etario a ser cuidado.
¿Qué hacer?
Reflexionar como personas, familias, comunidad, gobiernos, empresarios, comunicadores, tomadores de decisiones y como sociedad en general, sobre las nuevas formas de maltrato contra las personas mayores en las que hemos participado consciente o inconscientemente durante la pandemia.
Para prevenir el abuso y el maltrato en la vejez, lo primero es conocer y reconocer los derechos de ese sector: a la integridad, la dignidad, a vivir en entornos seguros, etcétera, que no son una concesión, sino que están establecidos en la ley.
También se necesitan políticas públicas. Debemos exigir servicios que permitan al anciano estar bien cuidado, protegido, en espacios adecuados.
Es obligación de las autoridades, de los gobiernos, respaldar las necesidades de las personas mayores.