Su visión política le dictó que era tiempo de dar derechos políticos a las mujeres mexicanas y en 1953 se vieron dueñas de su derecho a votar; a elegir y ser elegidas..
“México al trabajo fecundo y creador”, convocó el presidente don Adolfo Ruiz Cortines, al asumir el importante cargo y suceder a su sonriente, fotogénico y muy popular paisano el licenciado don Miguel Alemán Valdés.
Personalidades, caracteres y visiones de notable contraste llamaban la atención de los mexicanos en el año 1952; don Adolfo Ruiz Cortines, de discreta, eficaz carrera pública, libró intensa batalla electoral ante el general Miguel Henríquez Guzmán, postulado por la federación de partidos del pueblo mexicano – y se sostenía que tenía apoyo de generales como Marcelino García Barragán- ; Efraín González Luna, del Partido Acción Nacional; y el ideólogo y filósofo Vicente Lombardo Toledano, a quien respaldó el Partido Popular.
Don Adolfo, candidato del PRI, triunfó en la elección de julio de aquel año; Henríquez Guzmán y sus partidarios se inconformaron y protagonizaron un incidente que costó algunas vidas, ante el hemiciclo a Juárez en la Alameda Central.
Desde el inicio de su sexenio, don Adolfo Ruiz Cortines dotó a su investidura de severidad y respeto; su atuendo, su indumentaria era muestra de la importancia que revestía ser presidente de México, político de edad avanzada, disfrutó vivir en la calle de Ibarrarán 184, en San José insurgentesI
De inmediato se dio a construir escuelas, ampliar la red ferrocarrilera y caminera del país sus apariciones en público -siempre discretas- atraían por el uso de su sombrero, que mantenía sobre su pecho; evitaba así abrazos y palmadas.
Halló un país agobiado por deudas y balanza comercial muy deficitaria; el sexenio anterior, el de Miguel Alemán Valdés, derrochó y gastó sin ton ni son.
En 1954, Don Adolfo Ruiz Cortines tuvo que vivir la amargura de devaluar el peso que así pasó de ocho pesos con sesenta y cinco centavos por dólar, a doce pesos con cincuenta centavos.
“Se paga la juerga alemanista; don Adolfo cubre el costo de la cruda”, deslizaban columnistas de la época entre los que había los que juzgaban “tacaño, agarrado y cuentachiles” al reposado Ruiz Cortines, cuyo pasatiempo era jugar partidas de dominó con cercanísimos amigos.
Veracruzano, don Adolfo Ruiz Cortines amó el mar, y decidió atraer a los mexicanos a explotar los más de tres mil kilómetros de sus litorales; designó secretario de la Marina al general Rodolfo Sánchez Taboada, le encomendó concretar “La marcha al mar”, y confió a su esposa Doña María Izaguirre, la organización de desayunos escolares y la protección a la niñez mexicana…
Como lo hizo el presidente Lázaro Cárdenas, don Adolfo realizó sus giras por todo el país con apego a su costumbre; de traje obscuro, de corbata de moño.
Si bien mantuvo amistad con intelectuales y escritores -Salvador Novo contó en octubre de mil novecientos cincuenta y dos que el presidente electo, Adolfo Ruiz Cortines, era uno de los patrocinadores de su teatro, “La Capilla”, él no fue asiduo a sus funciones.
Su visión política le dictó que era tiempo de dar derechos políticos a las mujeres mexicanas y en mil novecientos cincuenta y tres se vieron dueñas de su derecho a votar; a elegir y ser elegida
Ese mismo año, el día diecinueve de octubre, acudió a la frontera norte de México, donde acompañado del presidente de Estados Unidos Dwith Eisenhower, inauguró la presa Falcón, a su genio debe el país la Comisión Nacional de Energía Nuclear.
Su gestión procuró reorganizar un México en ruinas, empobrecido por el régimen alemanista, que pasó a la historia como el de Ali Baba y los cuarenta ladrones.
“El Cachorro de la Revolución’’ -como llamó Vicente Lombardo toledano a Miguel Alemán Valdés- amasó una colosal fortuna y empobreció a la nación.
Don Adolfo Ruiz Cortines se ubica en la historia de México como un presidente ejemplar, trabajador, honrado, austero y patriota, los días que corren, obligan a recordarlo con emoción y respeto.