Su rostro es sonriente, pero denota cansancio. Martha entra a trabajar a las 20:30 horas y sale a las 7:30. Pasa a su casa, recoge a Karlita, su hija de 12 años, para llevarla a hacer ejercicio a las 9:00 en punto. Tarda en trasladarse una media hora. Para ella, sin haber dormido casi nada, le resulta un verdadero viacrucis. Apenas le da tiempo de recogerla, pero
Es la única manera de mantenernos activas y un poco más a la defensiva del virus”, cuenta.
Termina su rutina deportiva y desayuna. Va a su casa a hacer sus demás actividades e invertir horas en calificar tareas. También da clases en la licenciatura en Enfermería, en el sistema en línea de la UNAM.
Martha cubre el turno de la noche en un hospital público de la Ciudad de México.
Con 24 años en el ejercicio de su profesión, conoce su trabajo y domina las actividades que tiene que llevar a cabo. Al menos eso creía, porque desde marzo de 2020, ya nada volvió a ser igual.
Aunque atiendo a niños, a veces hay que apoyar al ‘área COVID-19’. El 31 de marzo concluyeron los contratos temporales de los enfermeros que estuvieron para atender la segunda ‘ola’, pero el trabajo no cesa. Cuando fue la transición de la primera a la de ahora, intentamos recuperar a aquellos pacientes que no podían tener atención durante la crisis. Ahora viene una tercera ‘ola’”, comenta Martha preocupada frente a los desafíos de una siguiente saturación hospitalaria que podría ser peor que las anteriores.
Países europeos como Alemania, España y Francia, ya empezaron a vivir los estragos de una siguiente ola del COVID-19. En México, el Presidente Andrés Manuel López Obrador señala que México estaría preparado para enfrentar la misma situación. Martha apela al lado humano a la gente:
Veo imágenes de las playas saturadas, las calles están llenas. Desde el puente de marzo ya se nota una relajación de las medidas sanitarias.
Eso representa un problema para nosotros. Al menos en el hospital en el que estoy, los compañeros ya no aguantan: hay quienes están contagiados o recontagiados, a unos se les ha terminado el contrato, otros más están buscando otras formas de trabajar por el riesgo que se corre. Es una sobrecarga que causa un estrés laboral.
Muchos tenemos el síndrome de desgaste profesional o burnout (estado de agotamiento mental, emocional y físico). Son muchos meses ya de pandemia como para poder seguir el mismo ritmo. Ya entramos predispuestos a una situación crítica. Es más, el agobio de imaginar lo que se podría encontrar, que lo que realmente podría representar. No es lo mismo preparar 20 dosis médicas en lugar de 5, como antes”, ejemplifica Martha.
Sumado a esta situación en el sector médico, Martha dibuja un panorama todavía más preocupante:
En algunos hospitales se ha tenido que recurrir a comprar medicamento más barato para abastecer a la gran cantidad de pacientes que llegan. Eso hace más largo el periodo de curarse. Tampoco hay espacio para atender a todos los enfermos crónicos que no pudieron ser atendidos durante la cuarentena. Muchos se automedicaron, algunos hicieron lo que pudieron y hay quienes lo dejaron. Eso hizo que llegaran desestabilizados. Más carga de trabajo para nosotros”, indica angustiada.
La historia de Martha es la misma de millones de miembros del sector Salud de todo el mundo que vive a diario con el miedo de un repunte de un virus que ha dejado, hasta el momento, más de 129 millones de casos y casi 3 millones de muertos, según la Organización Mundial de la Salud. Trabaja con la angustia de protegerse, cuidar a sus pacientes, no infectarse, menos a su hija y a su demás familia. Aunque ya tiene ambas vacunas, advierte que ése no es un indicio para bajar la guardia.
Recordemos que el antígeno del COVID-19, como todos, tiene la muestra del más potente, pero si uno transmite a otro el virus, muta. Cuando alguien se enferma, puede tener uno más o menos agresivo. La vacuna sólo sirve para prevenirnos del más letal, no de rechazar al que nos pudiese llegar”, explica.
La “normalidad” aún está lejos. Martha refiere que “necesitamos un 70% de la población vacunada. Después de eso, es indispensable ver cómo empieza a actuar el fármaco en general. Estamos hablando, por lo tanto, de un proceso que aún es largo”.
Por ello, advierte que es importante mantener, hasta entonces, todas las normas sanitarias que se nos han dado. Ésa es la única manera de cuidarnos, prevenir a los demás, y evitar colapsos no sólo en el sistema de Salud, sino el del personal que, día a día, atiende a todos; a quienes tienen COVID19, pero también a quienes ha pausado los tratamientos de las otras enfermedades que también existen y podrían empeorar si continúan atendiéndose de manera intermitente.