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Atención médica en farmacias: entre el miedo y la precarización laboral

El escenario del sistema de salud en México también cuenta con la variable de la atención médica en consultorios de farmacias, lo que deviene en un tema complejo.

En su texto “Condiciones de trabajo en consultorios adyacentes a farmacias privadas en Ciudad de México: perspectiva del personal médico”, Sandra Díaz, et. al. señalan que los consultorios adyacentes a las farmacias (CAF) comenzaron a funcionar hace poco más de dos décadas.

“… estaban principalmente vinculados a cadenas de farmacias orientadas a la venta de medicamentos genéricos. Para 2013 en México operaban cerca de 13 000 CAF (la mitad del total de farmacias en el país) que brindan atención a cerca de 10 millones de pacientes/mes y emplean aproximadamente a 32 500 médicos”

Estos tipos de servicio has tomado relevancia en medio de la emergencia sanitaria por Covid-19 en el país, debido a que son, muchas veces, el primer lugar al que acuden las personas que buscan atención médica.

Sin embargo, hay una serie de dificultades en torno a este servicio. Por un lado, los trabajadores de la salud se enfrentan a trabajar sin la infraestructura y protección necesarias para atender una emergencia de tal magnitud. Por el otro, al ser un primer punto de atención, las personas recurren más a este tipo de servicio “por miedo a entrar al hospital y ya no salir”, tal como afirma la doctora Patricia.

El caso de Patricia: “Tengo miedo, yo no me quiero enfermar y exponer por $50”

Desde que empezó la pandemia, las personas que buscan atención en farmacias ha aumentado. Mientras la doctora Patricia conversa con Once Noticias, desinfecta el dinero que le pagaron de su última consulta con una solución de cloro y agua. Comenta: “ha sido un poco difícil. Ya me ha tocado atender a gente con Covid-19, con síntomas leves, que han perdido gusto y olfato. En la tarde, a la (otra) doctora le han tocado de gravedad y atiende a más de 5 personas al día en esa situación.”

Advierte además un problema:

La gente se está auto-recetando. Hace rato vino un paciente con Ivermectina, pero eso no sirve para el Covid-19. No hay un medicamento, hasta ahora, que cure el Covid. Estamos pidiendo receta y la gente se enoja. Aquí me piden la receta con el medicamento que ellos creen, pero si mi nombre y mi cédula va ahí, yo soy la responsable. Si le pasa algo al paciente yo soy responsable. La gente no lo entiende.”

En el consultorio ya no hay gente. En la entrada principal de la farmacia se lee que la siguiente semana habrá promoción para estudios ginecológicos. Los precios son accesibles, comparados con servicios privados especializados. La farmacia se encuentra en un barrio popular del municipio de Tultitlán, sobre una avenida concurrida.

La médica comenta que ella sí tiene miedo, porque además “por parte de la farmacia no tenemos un seguro. Si llegamos a enfermarnos, eso correría por nuestro bolsillo.” Señala que la farmacia y la dueña no les ofrecen protección más que desinfectante: “los cubrebocas KN95 los tuvimos que comprar nosotras. Antes yo usaba un traje. Ahorita me pongo la pijama, es mía, y cuando llego a casa me baño y lavo todo.” La médica, con apenas un año de haberse graduado, comparte que:

El riesgo es muy alto y ganamos muy poco. De por sí ser médico en México está muy mal pagado. Antes la consulta estaba en $50 y ahorita ya subió a $60. No alcanza para nada, porque además todo está subiendo.

Patricia resalta que la gente se espera mucho para atenderse y eso es un problema, porque acuden al médico cuando ya no pueden respirar y la saturación de oxígeno la tienen muy baja, lo que dificulta que puedan hacer algo por ellas.

 

El caso de Gilberto: “Nosotros somos parte de ese sistema (de salud), pero como somos un sistema privado, no nos consideran (para la vacuna)”

En Santo Tomás Chiconautla, un pueblo que se encuentra sobre la carretera vieja a Pachuca, pero que pertenece al municipio de Ecatepec, se encuentra una pequeña farmacia cuyo médico tiene cerca de 10 años trabajando en dicho lugar; ir a ese consultorio es costumbre entre los habitantes. Desde que empezó la pandemia, ha llegado con más frecuencia gente con síntomas por Covid-19.

Al respecto, el médico comparte que:

eCuando llegan con síntomas leves los mando a casa; les mando medicamentos para síntomas. Cuando llegan con problemas para respirar los mando a urgencias. Muchas veces la gente me pide que los vaya a ver a sus casas. Yo les cobro un poco más que si vinieran al consultorio (de $50 a $80 pesos).

Más adelante, el medico cirujano señala que ya le ha tocada verificar las defunciones de personas por Covid. Afirma que:

Al consultorio trato de ir poco; me da miedo contagiarme y contagiar a mi familia. Yo soy un grupo de riesgo y la vacuna no me toca, aunque yo también sea parte del sector salud. Nosotros somos parte de ese sistema (de salud), pero como somos un sistema privado, no nos consideran (para la vacuna). Estamos expuestos igual, tanto médicos como las personas del mostrador. Además no tenemos prestaciones, nada. Si nos morimos somos un número más de los informes.

El doctor Gilberto comparte a Once Noticias que:

Es inevitable no sentir miedo. Estamos muy lejos de todo. Acá la gente se está muriendo, ya van muchos aquí. Ya no hay lugar en el Hospital de las Américas. Además, la gente prefiere venir aquí, porque tienen miedo de quedarse en el hospital y no salir, de morir solos. Tienen miedo y también hay mucha desinformación. A la gente le da pena decir que tiene Covid. Prefieren no decirlo y seguir como si nada: van a trabajar y piensan que no pasará nada, cuando ponen en riesgo su vida y la de los demás. Hay gente que viene a pedirme recetas, para que digan en su trabajo que ya no tienen Covid (aunque lo tengan) sino una gripa y se enojan cuando les digo que no.”

Finalmente, advierte que él ha visto que en el pueblo han cambiado algunas cosas:

Acá existe la costumbre de hacer recorridos fúnebres, hay música y todo el pueblo va detrás del féretro. Con la pandemia algunos lo siguen haciendo, pero no abren la caja, lo tienen prohibido, y he visto que la gente ya no sale como antes, nada más se asoma o van detrás de la caja con su cubrebocas.

El texto de Sandra Díaz, et. al. fue publicado en 2015, desde entonces ya había una preocupación sobre la actuación de los CAF. Ya se hablaba de los efectos negativos que se expresan, entre otras cosas, en un bajo desempeño laboral. En un contexto de pandemia, tal situación resulta alarmante, ya que la realidad es que también forman parte de la primera línea (del sector salud) que trabaja para atender a las personas enfermas por Covid-19.

 

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