Más allá de la danza de las cifras —no fueron tan pocos como dicen unos, ni los centenares de miles que imaginan y desean otros— lo cierto es que, la que se escenificó en las calles de Ciudad de México el domingo pasado, dista mucho de ser la “batalla decisiva” que buscaban librar los más enfebrecidos propagandistas de la derecha conservadora.
No quedó ni siquiera herido Andrés Manuel López Obrador. No se cancelaron, como celebran anticipadamente, las posibilidades de una nueva victoria electoral de su partido en 2024.
No hubo tampoco visos de un nuevo, poderoso, carismático y ascendente liderazgo opositor. No puede, ni siquiera, darse por sentado y más allá de que existen caminos alternos para consumarla, que no habrá Reforma electoral.
Se trató, en suma y a pesar de ser la primera convocatoria exitosa de la oposición, de una escaramuza más.