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Barra de Opinión Once Noticias | Epigmenio Ibarra

Por mis hijas y mis hijos. Por mis nietos.

Soy un hombre afortunado. He visto a la victoria, cara a cara, dos veces en mi vida y haré todo lo que esté a mi alcance para verla de nuevo en el 2024.

La conozco y sé que es avasalladora, pero, también, tremendamente fugaz y veleidosa. Un espejismo qué, se deshace entre tus manos, se vuelve de inmediato y te abandona, si no eres con ella absolutamente fiel y además amoroso, tenaz, audaz y combativo siempre.

La vi aparecer, por primera vez, allá en San Salvador en 1991 cuando, después de un cruento y largo conflicto armado y un complejo proceso de negociación, las fuerzas guerrilleras entraron a la ciudad.

De la guerra, pero en paz y desarmada, venía esa vez la victoria.

Luego de combatir tantos años sin dar ni pedir cuartel, las partes en conflicto decidieron sentarse a negociar y poner en la mesa, por sobre sus intereses particulares, el interés superior de la Nación.

Así nació la democracia en El Salvador; de la decisión de alzarse en armas y de la valentía para dejarlas a un lado, hablar y jugarse la vida en las urnas.

La segunda vez en mi vida que mire de frente a la victoria fue, aquí en mi país en 2018, en el Zócalo de la Ciudad de México.

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