No son, como algunos piensan, el odio, el miedo y la mentira -que dominan el discurso de la oligarquía y de la derecha conservadora– expresión de su desesperación o sólo de su falta de ideas y de argumentos.
¡Qué va! Son su estrategia. Como no se atreven a llamar a la ciudadanía a volver al pasado ¿Quién los respaldaría? Quieren que la rabia se extienda por todo el territorio nacional.
Hay un cálculo preciso, racional, cuidadosamente estructurado, en ese sistemático y continuo intento de apelar a las emociones e instintos más oscuros y primitivos de los seres humanos. Así llegaron al poder Adolfo Hitler, Donald Trump, Jair Bolsonaro. Así triunfó, de nuevo, el fascismo en Italia.
En Alemania fue la amenaza de las y los “otros” -fueran estos judíos, gitanos, comunistas, homosexuales o demócratas- a la llamada “comunidad del pueblo”; a las y los que se consideraban “iguales” racialmente y por tanto superiores. En Estados Unidos de nuevo fue el miedo a los extraños, los indocumentados, a las y los migrantes de piel morena. En ambos países fue el odio alimentado a punta de mentiras.