Terminó la Cumbre de América del Norte. A librar una dura batalla política regresó a Washington el presidente Joe Biden. En sus manos lleva una llave que le entregó, metafóricamente, Andrés Manuel López Obrador y con la que podría, si quiere y lo dejan, abrir puertas y encontrar una salida para algunos de los graves problemas que enfrentan él, su gobierno y los Estados Unidos.
Los efectos devastadores de la pandemia, la guerra entre Rusia y Ucrania, la amenaza que para la hegemonía política, comercial y militar representa China, la crisis económica interna, la presión que sobre la frontera sur ejercen masas de migrantes, la plaga del fentanilo y la beligerancia de una derecha republicana que pretende investigarlo y quizás hasta someterlo a juicio político, ponen a Biden contra las cuerdas.
Propicio es el momento, como ningún otro en la historia pues, la vulnerabilidad extrema de Biden y de los Estados Unidos podrían facilitar un nuevo entendimiento, para redefinir las relaciones entre nuestros países.