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Barra de Opinión Once Noticias | Epigmenio Ibarra

Un fracaso sangriento.

Asqueado por toda la inmundicia que se hizo pública en la corte de Nueva York y asqueado por toda la que se ocultó deliberadamente al jurado y a la gente que, en los Estados Unidos en México siguió el proceso, llego –como un espectador a distancia más – al final, o casi, del juicio contra Genaro García Luna.

No pudo Washington, no pudieron sus fiscales, no pudieron los medios estadounidenses mirarse en el espejo. No quisieron, como para sobrevivir como nación era menester que lo hicieran; reconocer el fracaso sangriento de su estrategia contra las drogas.

No tuvieron la honestidad, la valentía y la inteligencia de aceptar qué, tanto los criminales que testificaron en contra de García Luna, como el “superpolicía” al que, desde hace tres años tienen en prisión, no son más que sus testaferros, sus sirvientes, la escoria que, para funcionar, necesita esa potencia mundial.

Sirviente de Washington fue Vicente Fox quien, primero abdicó ante los medios de comunicación masiva y, luego, cedió graciosamente el territorio nacional a las organizaciones criminales.

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