Fue, el de Genaro García Luna, un juicio cuidadosamente contenido por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos.
Nada que pusiera en evidencia a la sangrienta y fallida estrategia de guerra contra las drogas de ese país fue expuesto ante el jurado y los medios de comunicación por los fiscales.
Nada se dijo de la actuación de las distintas agencias estadounidenses responsables del meteórico ascenso de García Luna y de cómo, este hombre que las traicionó, logró colarse a la Casa Blanca.
Menos todavía se reconoció, así fuera tangencialmente, la existencia de cárteles norteamericanos de la droga.
Se habló, es cierto, de las astronómicas cifras que recibieron y reciben los capos mexicanos, pero no se habló de cómo el valor de la droga se multiplica en las calles de las ciudades estadounidenses y de la forma en que, con esos miles de millones de dólares, se oxigena a la economía norteamericana.