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Barra de Opinión Once Noticias | Felipe Ávila

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El pasado 18 de abril, se llevó a cabo una importante ceremonia cívica en la que el Gobierno de la República, que promueve el conocimiento, la difusión y la reflexión histórica, inauguró el cenotafio en honor de Sor Juana Inés de la Cruz, una de las más grandes escritoras de la lengua española y también una de las más grandes pensadoras.

CIUDAD DE MÉXICO, 18ABRIL2022.- Develación del cenotafio y homenaje póstumo en honor a Sor Juana Inés de la Cruz en la Rotonda de las Personas Ilustres. FOTO: MOISÉS PABLO/CUARTOSCURO.COM

Sor Juana brillo en una época y en una sociedad en donde el papel de las mujeres se limitaba a ser madres, esposas o monjas, negándoles el derecho estudiar. Las ciencias y las artes, salvo raras excepciones, eran del dominio masculino. Por eso sorprende y admira que, en esas condiciones tan adversas, Sor Juana haya podido llegar tan alto aprendiendo sola, haciéndose preguntas que trataba de responder con su observación del mundo y de su mente, interrogando a sus compañeros de toda la vida: los libros.

Desde niña mostró cualidades excepcionales; aprendió a leer a los tres años, a los seis o siete años se ilusionó con ir a la universidad, recinto al que son asistían los varones, por lo que pidió a su madre que le permitiera ir disfrazándose de hombre. Ante la negativa, la precoz niña no tuvo más remedio que aprender ella misma sirviendo de la biblioteca de su abuelo que se convirtió en la puerta para conocer el mundo ya a ella misma.

Siendo hija natural, su familia la hizo entrar a la Corte donde estableció una entrañable amistad con la virreina Leonor Carreto, quien amaba las letras, por lo que se dio entre ellas una relación de admiración y cariño es recíprocos. La joven brillo en la Corte por su belleza y simpatía, por su inteligencia y conversación.

Aunque deben haberle sobrado pretendientes, decidió hacerse monja. ¿Qué explica esa decisión? A menudo se ha dicho que pudo haber sido una decepción amorosa o el descubrir su vocación religiosa.

Sin embargo, ella misma nos dio la explicación. Escogió la vida monacal por su total rechazo al matrimonio, para hacer libre y no estar atada a un marido a los hijos o al hogar. Ser monja era la única manera de garantizar su verdadera vocación: estudiar, conocer, leer, escribir.

A los 21 años entró al convento de las madres Jerónimas, ahí pudo dedicarse en cuerpo y alma a leer y escribir. Su celda no la aisló del mundo. Con la nueva virreina María Luisa Manrique cultivó una profunda amistad.

Sor Juana escribió una vasta obra literaria; muchos de sus textos son obras maestras que figuran en las mejores de la literatura española.

Fue precursora al escribir la primera autobiografía femenina, su famosa Respuesta a Sor Filotea en la que hizo una valiente defensa del derecho de las mujeres a conocer, pensar, escribir. Esta se convirtió en su última gran batalla, después de publicarlo, sufrió presiones de quienes nunca habían estado de acuerdo con su libertad y osadía. Fue precursora de lo que hoy con como feminismo.

En sus últimos años dejó de escribir y se dedicó a la oración y a la caridad.

Esa mujer extraordinaria, que sigue siendo un ejemplo para las mujeres de hoy, murió el 17 de abril de 1694.

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