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Barra de Opinión | Felipe Ávila

Este 6 de junio tendrá lugar la novena cumbre de jefes Estado de las Américas en Los Ángeles, California. La primera Cumbre se celebró en 1994 en Uruguay por iniciativa del presidente de Estados Unidos Bill Clinton, para discutir mecanismos de cooperación en temas comunes de los países de americanos.

La cumbre de 2022 ha provocado una importante discusión continental en la que destaca la posición del Presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ha pedido al gobierno de Estados Unidos que participen en ella todos los países americanos, incluidos Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Esta postura ha sido respaldada por varios gobiernos latinoamericanos, quienes han coincidido en que los foros internacionales deben ser mecanismos incluyentes y representativos, pues sólo con el respeto a la soberanía de los pueblos y la inclusión de todos los países puede establecerse una efectiva cooperación hemisférica.

La política exterior de México sea ha distinguido por impulsar la integración de los países latinoamericanos y caribeños. Un antecedente importante ocurrió en 1923 cuando el presidente Álvaro Obregón, a pesar de qué fue invitado, se negó asistir a la Quinta Conferencia Panamericana celebrada en Chile, ya que el reglamento de la Unión Panamericana establecía que sólo podían participar los gobiernos reconocidos por Estados Unidos y éste no había reconocido al de México, pues exigía que nuestro país aceptara un tratado de libre comercio y quería que se derogara el  Artículo 27 constitucional, que establecía la soberanía nacional sobre el petróleo.

México argumento la necesidad de modificar este reglamento y que se adoptara el principio de la absoluta igualdad internacional de todos los pueblos soberanos de América.

El gobierno de Obregón envió un nota a todos los gobiernos latinoamericanos en la que expresó: “la soberanía de la nación mexicana jamás ha sido cuestionada en 100 años de vida autónoma ni puedes ser cuestionada ahora”. El gobierno de México debía ser reconocido de manera incondicional, de no hacerlo, la política estadounidense implicaría para Latinoamérica la violación de la soberanía y la dignidad de México y sentaría un precedente lamentable para todos los países hermanos del continente.

Está postura fue apoyada por 10 países, principalmente del Centro América y el Caribe. Al reunirse esta conferencia, aunque México no participó, el embajador de México en Chile dio a conocer la postura de nuestro gobierno en la que expresó: “que la fraternidad continental en América sea toda una verdad; que los pueblos que la forman, sin distinción de poder o tamaño, se respeten y sean iguales dentro del derecho internacional y de la cultura que debe reinar en nuestro continente”.

100 años después, México sigue defendiendo el respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos y no excluir a ninguno de los foros internacionales. Continúa así una política exterior digna, que condenó el golpe militar que derrocó al gobierno de Guatemala en 1954; que votó contra la exclusión de Cuba de la OEA en 1962, y que promovió la solución pacífica de los conflictos en Centro América, con el grupo contadora, en 1983.

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