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Barra de Opinión | Felipe Ávila

Ayer, 15 de mayo, día de las y los maestros de México, el Gobierno de la República anunció una ambiciosa reforma curricular para la educación básica. Esa reforma busca resolver los graves problemas educativos que afectan a las niñas, niños y adolescentes a través de nuevos contenidos que tienen como eje una visión integral de la educación para formar ciudadanos conscientes, comprometidos con su comunidad y con el cuidado al medio ambiente. Busca también que el proceso educativo contribuya a restablecer el tejido social, tan deteriorado en los últimos años.


Esa reforma busca resolver los graves problemas educativos que venimos arrastrando desde hace mucho tiempo, como el rezago que existe sobre todo en las zonas rurales e indígenas; las deficiencias en el proceso formativo del alumnado, y la inequidad entre las escuelas urbanas y rurales, así como entre las escuelas públicas y las privadas. Atiende también los nuevos problemas ocasionados por la pandemia de COVID-19, la cual acentuó aún más la inequidad educativa, en perjuicio de la niñas y niños de las familias más pobres.


La reforma significa una transformación de fondo en el proceso de enseñanza aprendizaje. Pone en el centro a las y los maestros, quienes participaron en su diseño y recibirán capacitación para cumplir con sus objetivos, y da un papel central a las madres y padres de familia para consolidar comunidades educativas en las localidades de todo el país.


Como propuesta pedagógica, integra áreas de conocimiento con disciplinas relacionadas entre sí, en las cuales se abordarán problemas y situaciones de interés para la comunidad de la que forman parte las y los alumnos, con una perspectiva de equidad de género, de inclusión, respeto y tolerancia, así como de crítica a la violencia y a la discriminación.


Es significativo que esta reforma se haya anunciado el día en que la sociedad mexicana celebra, desde 1918, a las maestras y maestros mexicanos.

Esa celebración surgió por la iniciativa de los diputados Benito Ramírez y Enrique Viesca, quienes presentaron en la XXVII Legislatura una propuesta para conmemorar el Día del Maestro el 15 de mayo, fecha en que se conmemoraba también la toma de la ciudad de Querétaro por el ejército liberal, el 15 de mayo de 1867, que marcó el fin del imperio de Maximiliano y el restablecimiento de la República.

El Congreso aprobó la iniciativa por unanimidad. Se decidió que el 15 de mayo se suspendieran las labores escolares, pero que se organizaran en todas las escuelas actividades culturales para poner de relieve la importancia social del maestro.

El decreto se publicó el 3 de diciembre de 1917 y se celebró por primera vez el 5 de mayo de 1918. En todas las escuelas se llevaron a cabo festivales y representaciones artísticas. Las niñas y niños, con canciones, bailes y representaciones teatrales, honraron a sus mentores.

Desde entonces, año con año la sociedad mexicana rinde este merecido homenaje a sus docentes.

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