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El oasis que da libertad para el autocultivo y consumo de cannabis en la CDMX

El perímetro del plantón está rodeado con vallas metálicas y lonas oficiales que anuncian una zona de alto contagio, por lo tanto, está casi vacío. 

 

Frente a las vallas, hay puestos que ofrecen cualquier cosa para fumar: pipas, libros, sabanas y de más artefactos para el consumidor. 

 

Adentro de ese perímetro están los jardines con más de mil plantas de marihuana que adornan la fachada del Senado de la República. Al centro del parque están las carpas con lonas que son los dormitorios de los manifestantes.

 

De entre las tupidas plantas sale caminando Luis, con un vaivén al ritmo de la música electrónica que sale de un estéreo conectado a un poste de luz. 

 

Nosotros estamos haciendo las cosas sin fines de lucro; es para fines recreativos, educativos y culturales. Aquí viene gente para aprender a cultivar la planta del cannabis y cualquier otra, y a veces no sólo porque la quieren consumir, a veces es para sus familiares que la necesitan o de puro adorno para la casa, pero les da miedo porque se puedan meter en problemas. Ahí es cuando decimos, ¿por qué sí tengo derecho a cultivar una lechuga, un nopal, pero no me dejan un plantar de cannabis?”, reflexiona Luis, uno de los “plantonautas” que atiende los jardines de mota.

 

La planta de cannabis se legisló en dos secciones. Una es la parte del autocultivo que aún está penalizada para la sociedad. La otra se despenalizó para las farmacéuticas, bajo complejos lineamientos de producción con micro-dosis según el nuevo reglamento y la Ley General de Salud en Materia de Control Sanitario para la Producción, Investigación y Uso Medicinal del Cannabis y sus Derivados Farmacológicos

 

O sea que, si tienes el baro para hacer tus empresas y laboratorios de cannabis, puedes tenerla, pero, si no, va a ser ilegal como ahora lo es. Nosotros pedimos que se libere como cualquier otra planta, que no esté criminalizada para la gente, porque más allá de usuario es mejor que nos dejen cultivarla a nosotros mismos”, comentó Luis.  

 

Nosotros no luchamos por ningún mercado, nosotros luchamos por un autocultivo sin fines de lucro”, dijo Luis mientras surcaba la tierra. 

 

Aquí teneos diferentes modelos de sembradío. El del jardín Tin-Tan es de surcos, para que la planta logre estar hidratada a pesar de las pocas lluvias. Más adelante esta un sembradío con la técnica crop; sirve para entrenar a la planta a que no crezca recta. Se le hace un corte y una de las cabezas (porque tienen dos) se dobla para que se enrede con otra planta y la otra rama se la deja crecer recta. Se forman unos techos que permite que la planta crezca para abajo”.

 

Luis trabaja con pico y pala de manera paciente, toma una maceta con una pequeña planta y la saca con cuidado, la mete en el hueco de la tierra y se mueve lentamente para rellenar el hoyo. La planta queda firme, con apenas 15 cm de altura junto a las otras que miden más de cinco metros y están por terminar su ciclo.

 

Estamos reforestando los jardines y, bueno, hay algunas plantas que ya terminaron su ciclo, entonces las cambiamos. El punto es no dejar sin plantas este espacio, porque es la consigna de nuestra protesta. Promover un autocultivo sin límite de plantas y no lucrativo”, señaló el floricultor.

 

Es algo que le hace bien a la ciudad, dice Luis. “Más que nada estamos luchando por nuestros derechos. Mantener estas plantas ha formado una gran solidaridad de la gente que viene a los voluntariados. Nos ayudan a plantar, a regar, a podar y es por eso que ya tenemos cuatro jardineras con más de mil plantas que adornan la ciudad”.

 

Para eso es este espacio, para mostrar que no le hacemos daño a nadie con nuestras plantas, que cuando cultivamos o fumamos o nos medicamos, no somos delincuentes. Es un espacio que los consumidores hemos ganado, para sentirnos tranquilos y poder convivir en paz”, concluyó Luis.

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