El trabajo de “delivery” o entrega a domicilio es de los más democráticos que existen.
Aquí todos encuentran espacio para rodar o caminar en las calles: personas de la tercera edad, con capacidades diferentes, así como madres y padres solteros; carecen de lo mínimos derechos laborales. aunque no de voluntad.
Marcos, estudia ingeniería; tiene un año trabajando como repartidor de comida, usa bicicleta, pero ahorra para comprarse una moto y agilizar sus entregas. Hace 11 años se electrocutó mientras hacía limpieza en su casa. quedaron secuelas, pero aprendió a plantarle cara al destino.
Tengo un pequeño problema porque mi reacción para agarrar el freno es lenta, porque como quedó mi mano en garra está casi pegada al acelerador, entonces tengo que zafarla y después agarrar el freno, entonces por ahí lo veo un poquito medio inseguro, pero quiero intentarlo”, Marcos Crespo, repartidor multiplataforma.
La Unión Nacional de Trabajadores por Aplicación y Reparto estima que entre 1 y 2% del universo de sus agremiados tiene capacidades diferentes; pero nada que los limite.
Araceli tiene 46 años y uno de repartidora caminante de Uber Eats, es sorda. trabaja 16 horas al día para ganar en promedio 250 pesos, reconoce que la comunicación es difícil con la plataforma, pero le encuentra el lado positivo al oficio.
El otro día que me caí, se me cayó toda la comida dije y ¿ahora cómo me comunico con Uber?, porque era muy difícil la comunicación. Los oyentes hablan por teléfono, los atienden, pero a mí no”.
Cuando voy y entrego la gente es muy amable conmigo y me da una buena calificación, cuando voy toco y no llega, bueno pues yo me como esto, porque pues no llegó la persona”, agregó.
También están los adultos mayores, como Francisco Sánchez, Don Panchito, quien a sus 74 años recorre las calles del centro de la ciudad para realizar sus entregas.
Lo ve como una terapia, porque los doctores le recomendaron caminar por salud, y si le pagan, pues mejor.
Todos los que trabajan en esto, que son compañeros, y que luego me ven, pues siempre me saludan, me cuidan y así ando”, Francisco Sánchez, repartido de Uber Eats.
Don Panchito pertenece al universo de adultos mayores en un oficio que dominan en su inmensa mayoría los jóvenes.
También existen las injusticias, como los cobros fantasmas de las aplicaciones digitales. Rappi es una de ellas.
Ahorita tengo un adeudo de 2 mil pesos porque empezó a hacer deudas fantasmas y a mí me apareció una de 2 mil pesos y obvio, ya no la trabajo por lo mismo, pues yo no se los voy a pagar, a mí no me los dio”, Iván Islas, repartidor.
Conducta desleal de un negocio que genera ganancias estimadas en más de 2 mil millones de dólares al año, sólo en México.
Donde las empresas, por supuesto, se quedan con la rebanada más grande del pastel.
Al final, quien mueve la industria de las aplicaciones de entrega son los repartidores, quienes hacen posible que tu comida caliente llegue a casa en la medianoche o en medio de la tormenta.