Andrea salió a primera hora del domingo 6 de junio de su casa. Paso a paso, calle por calle, no hacía más que imaginar lo excitante que sería esa jornada en la que pondría a prueba sus conocimientos como “primera secretaria” de casilla, aplicados a su nueva responsabilidad: presidenta.
Durante la semana previa a las elecciones se comunicaron conmigo. Me dijeron que había renunciado la persona que presidiría el módulo que tenía asignado. El proceso era claro: los sitios se desplazaban en ascendencia. Yo encabezaría la mesa”, expresó.
Las expectativas se empezaron a esfumar cuando, la casilla 4536, del distrito 12, en la colonia Condesa de la Ciudad de México, no pudo arrancar en tiempo y forma.
“El arranque fue accidentado. Nos hacía falta escrutadores; uno se ausentó por motivos de salud y otro directamente no llegó. Ellos eran los encargados de armar las urnas. De la manera en la que pudimos lo hicimos quienes estábamos. Eso provocó que arrancáramos a las 8:40. Tuve que salir a explicar la situación a los electores. No obstante, ya había muchos formados. Nos grababan con el teléfono, decían que publicarían en las redes sociales lo que estaba pasando ante el Instituto Nacional Electoral (INE). Nos gritaban ‘corruptos’. Otros cuantos entendieron la situación”, explicó la funcionaria de casilla de las elecciones intermedias más grandes de la historia.
“Nos trataban como funcionaros públicos”
El destino de Andrea era el de ser funcionaria de casilla, aunque la historia inicial no hubiera sido marcada de esa manera.
El INE lleva a cabo un sorteo. El capacitador asistente electoral (CAE) me indicó que mi hermano había sido elegido. Pero hace seis meses que no vive conmigo. Yo me ofrecí en compensación. De inmediato me hicieron preguntas como el nivel de estudios. Lo único que me aseguraron fue que sí había posibilidad. Según me contó la persona con la que hablé, este año había mucha apatía por parte de la gente”, narró Andrea al explicar la manera en la que se metió a la dinámica electoral.
Según el consejero electoral Martín Faz, se capacitó a un millón y medio de ciudadanos durante el proceso electoral de este 2021. Por definición, la consejera electoral, Dania Ravel, la mesa directiva de casilla está representada por ciudadanos que salieron sorteados y aceptaron capacitarse para dedicar todo un domingo para contar los votos de la ciudadanía.
Tomamos una capacitación en línea y otra con los CAE. Ambos son bastante funcionales. Nos ayudaron mucho. Ya cercana la elección, se llevaron a cabo simulacros con opción a participar en ellos. Ahí nos exponen casos y tratamos de solucionarlos. Pero no se acerca tanto a la realidad. Hay cientos de escenarios a los que nos enfrentamos el día de las elecciones y que no se contemplan en la teoría y tampoco en las simulaciones”, dijo Andrea.
“Aspectos fuera de la capacitación, como la infraestructura, tendría que haberla reforzado el INE previo a las elecciones. El lugar en el que estuvimos, por ejemplo, era el estacionamiento de un edificio gubernamental de la Ciudad de México. Tenía poca luz. Se nos complicaba ver en muchas ocasiones de manera clara el panorama. De eso, la gente, que en su mayoría era de la tercera edad, también se quejaba. Eso dejaba, más que a nosotros, al Instituto como improvisado en algunas de sus logísticas. Lo peor era cuando a los funcionarios de casilla nos tocaba recibir esas quejas casi a título personal. Nos ofendían e insultaban. Mucha gente piensa que somos funcionarios públicos. Y no, simplemente éramos ciudadanos que, sin haber incluso comido en todo el día, estábamos dando todo lo que podíamos de nosotros para que las cosas salieran bien”, expresó con enfado Andrea.
Protocolo con desconfianza
Otra de las circunstancias con las que tuvo que lidiar la funcionaria de casilla fue la manera en la que se llevaba a cabo el protocolo contra COVID-19, que más bien generó una desconfianza entre los electores.
“Tenían que dejar la credencial de elector en la mesa. Nosotros no podíamos tocarla. Les pedíamos que dejaran su identificación mientras votaban, para agilizar tiempos. Después ellos la tenían que levantar para perforarla. Muchos quizás pensaban que la utilizaríamos para otra cosa. Nos veían con desconfianza. En algunas ocasiones hasta tuve que mostrar el manual en donde se indica que así tendría que ser. Sólo con esa mecánica se relajaban un poco. Sumado a ello, teníamos que estar sanitizando cada dos horas. Eso nos consumía más tiempo del que ya llevábamos retrasado, más la habitual impaciencia de muchos de los asistentes. Sin duda, esa situación se sumó a la desconfianza que ya preexiste y mucha gente manifestaba, tanto en el INE, como en cualquier instancia del Gobierno”, detalló preocupada Andrea.
Otra de las funciones, que al menos como secretaria no tuve clara, fue la de las atribuciones concretas de los representantes políticos. Había una muy insistente que parecía intimidar a los electores, a la salida les preguntaba su nombre completo, si ya habían votado y las cotejaba con una lista. La gente realmente se desconcertaba con esa acción. Lo único que hice fue pedirle a la representante un poco de prudencia. Pero ése también fue un reto y, sobre todo, una situación que no se deja bien marcada desde el INE”, agregó Andrea.
Gratificaciones
Sumado a un apoyo económico en concepto de viáticos que el INE les proporcionó, Andrea asegura que también recibieron muestras de agradecimiento por electores.
“Así como estuvo el señor que nos arrebató las boletas porque las quería ‘cortar a su modo’, se dieron cita personas que al terminar su sufragio nos daban las gracias –quizás porque ya también habían sido funcionarios–. En mi caso, me aseguré también de dar prioridad a personas discapacitadas, de la tercera edad o a quien llevara a bebés cargando o en carriolas. Una historia que jamás olvidaré –dentro del contexto de la desconfianza–, es la de una señora que llegó, se acercó a nosotros, sólo dijo las primeras palabras: ‘Quería ver si mi mamá sigue registrada, porque…’. Se le rompió la voz. Entendimos que había fallecido. Atendimos a su petición. La señora ya no estaba dentro de la lista nominal”, contó gratificada Andrea al destacar la necesidad de empatía que, como funcionarios de casilla, también consideró que tenían que tener.
Muestra de la democracia
Andrea señala que temió en algún momento por su integridad y la de sus compañeros.
“El CAE nos dijo que, si había algún hecho de violencia, además de comunicarnos al 911, nos darían un número de contacto. Eso nos puso muy nerviosos. Hasta una rodada de bicicletas en la que pasaron gritando los asistentes nos puso en alerta. La gente también se mostró angustiada por un momento”.
“A partir de esta serie de episodios, la jornada electoral 2021 reflejó que hay una sociedad llena de desconfianza, zozobra y temor frente al panorama de violencia que prevalece, me alegró haber sido parte de la democracia. Los resultados que obtuvimos en el conteo coincidieron con los mostrados en el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) sí correspondieron. Me quedo con la sensación de que al INE le falta organización en algunos procesos y mayores garantías hacia los funcionarios de casilla. A los ciudadanos les queda entender el papel que cada uno tenemos en cada proceso electoral. Y a los funcionarios de casilla, no nos queda más que la satisfacción de haber participado en este acto histórico y, sobre todo, saber que la democracia es sencilla de validar”, concluyó Andrea, una ciudadana que atestiguó, junto con aproximadamente millón y medio de consejeros electorales, la llamada fiesta de la democracia en la que participaron 48.8 millones de mexicanos el pasado 6 de junio.