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Hospital de Jilotepec ofrece disculpa pública por violaciones a derechos humanos

El Hospital General de Jilotepec, que forma parte del Instituto de Salud del Estado de México (ISEM), ubicado en el municipio de Jilotepec de Molina Henríquez, ofreció este 21 de febrero una disculpa pública a la familia de Pablo Josué Escobar Corales, quien falleció en agosto de 2021, por COVID-19. Este caso documentó diversas violaciones a sus derechos humanos.

El acto institucional se llevó a cabo en el área de consulta de este hospital al que acudió Alejandra Escobar, esposa de Josué, acompañada de su familia, quienes después de un año de una lucha administrativa lograron que el caso fuera reconocido ante la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (CODEHM) y que se emitiera la recomendación 07/2022.

En este acto estuvo Alejandra Escobar, esposa de Pablo Josué, acompañada de su mamá y hermanas, quienes asistieron de manera puntual, para recibir la disculpa de manera protocolaria. A Alejandra todavía la invade un sentimiento de rabia, dado que la vida de Pablo fue arrebatada no sólo por el virus sino por la indiferencia en la atención hospitalaria.

En representación de las autoridades de salud del Estado de México estuvo Ángel Salud Velázquez, jefe del departamento de Segundo y Tercer Nivel de Atención Médica del ISEM. Por su parte, Laura Ledesma e Israel Benito Luna, director suplente del Hospital, fueron representantes del nosocomio. Asimismo, estuvo Ricardo Vilchis Orozco, visitador general de la región de Atlacomulco la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (CODEHM).

El documento leído por parte de las autoridades del hospital reconoce la responsabilidad y falta de atención a Pablo Josué cuando estuvo en este nosocomio mexiquense. 

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Cuando murió Pablo Josué

Pablo Josué Escobar murió en agosto de 2021, luego de ser diagnosticado con el virus del SARS COV2, causante de COVID-19. Desde que él y Alejandra buscaron atención médica no tvieron acceso en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).

Para Alejandra Escobar es complejo hablar sobre su esposo, pero lo primero que señala es que Josué es recordado por dos cosas: por ser comprometido con las causas sociales y por ser cariñoso. Cuando fue diagnosticado por COVID-19, Josué formaba parte de los Servidores de la Nación, en la Secretaría del Bienestar, por lo que le tocaba trabajar en campo en el municipio de Chapo de Mota.

Se desempeñaba en primera línea para vacunar contra COVID-19 a las personas mayores y a comunidades indígenas cuando recién llegó la campaña de vacunación a nuestro país.

Aún recuerda Alejandra que pese a estar expuesto, a él le gustaba trabajar en campo para ayudar a la gente –fue el motor que lo llevó a graduarse como sociólogo en la UAM–, pero lamentó que, pese a ser primera línea, no fue vacunado, lo que califica como injusto, dado que considera que también el estado le falló a Pablo Josué.

“Fue un 12 de agosto que salió positivo a COVID-19. Subimos al ISSSTE, porque los Servidores de la Nación tienen esa prestación y nos negaron la atención. No nos quisieron atender, solamente nos regresaron a casa. Al siguiente día regresamos con los papeles de que estaba dado de alta y no nos quisieron atender, nos dieron nada más la receta y nos mandaron a casa”, recordó Alejandra, quien sostiene un peluche que fue de Josué mientras conversa con Once Noticias.

Días después los síntomas se agravaron y Alejandra volvió a llevarlo al ISSSTE de Jilotepec. Mientras esperaban en el auto, Josué comenzó a tener insuficiencia respiratoria, pero en esa institución volvió a ser rechazado y fue llevado al Hospital General de Jilotepec.

En ese lugar, estuvo cinco días que se convirtieron en una eternidad que aún no termina. Y es que Alejandra se enfrentó no sólo a la indiferencia de las autoridades sanitarias del nosocomio, cuya directora en ese entonces era Cindy Sheleit Flores Flores y María Guadalupe Blanco Chavero fungía como subdirectora.

“En este Hospital estuvo cinco días. Murió al quinto día”, compartió Alejandra. En esos días recibieron mal trato por parte del personal: la persona encargada de las videollamadas, a las que tenían acceso los familiares, estaba de incapacidad y no había personal que la cubriera, según los argumentos del personal. Otra situación fue que los familiares de las personas internadas debían llevar material e insumos médicos porque la atención médica estaba condicionada a ello, pese a que es un hospital público.

En el caso de su esposo tampoco le daban informes y no le permitieron el acceso al expediente clínico.

“No nos daban informes. Trataban muy mal a todas las personas que estaban ahí por COVID-19. Nos formaban para darnos supuestamente el informe una vez al día y no nos permitían grabar. Te decían que si sacabas tu teléfono para grabar, para tomarle una foto a tu expediente clínico, ya no te daban informes. Entonces yo siempre quise pedir una segunda opinión, tomarle fotos. Era muy difícil porque no te dejaban”, recordó Alejandra.

Las notas médicas decían que Pablo Josué estaba estable, pero su familia no sabía nada más. Así transcurrieron los días hasta el deceso. Alejandra se detiene y le cuesta contarlo, es inevitable el nudo en la garganta, porque la herida sigue abierta.

Cuando ocurrió el deceso no había médicos de guardia. Alejandra relató que su esposo murió un domingo; desde el sábado le dijeron que tenía dificultades para respirar y era probable la intubación. Un médico de apellido Gálvez le explicó que requería una traqueotomía. El domingo no obtuvo ningún informe.

Alrededor de las de 8 de la noche no había ningún médico y los pacientes se quedaron solos, pese a que era el área de Urgencias y COVID-19. La última vez que supo de Josué fue cuando ingresó a dejar pañales. A las 9 de la noche, una médica que no era del área, salió a buscar a Alejandra y le dijo que su esposo falleció pese a las maniobras que le practicaron.

La mamá de Alejandra, quien acompañaba a su hija y que es enfermera, cuestionó a la doctora y exigió una explicación. Sin embargo, el personal llamó a agentes municipales y a la Policía Estatal, para sacar a su mamá del recinto hospitalario. Alejandra recuerda que parecía un operativo para detener a una persona peligrosa.

Mientras ocurría aquella trifulca, Alejandra estaba en el pasillo que lleva al área COVID. La socióloga estaba en shock, paralizada, confundida. Necesitaba ver a Josué, buscar explicaciones. Le pasó por la cabeza que existía la probabilidad de un error y que su esposo aún respiraba detrás de la mascarilla. Se armó de valor, se puso el cubrebocas y se dirigió al cuarto en donde estaba su esposo; lo encontró intacto, con sus ojos cerrados, parecía tranquilo luego de tanto dolor.

La sorpresa para Alejandra fue al encontrar que nadie hizo el intento de salvarle la vida a Josué Escobar, pese a que se lo habían asegurado unos minutos antes.

“Ellos no esperaban que alguien lo viera, porque cuando morían de COVID-19, nada más los tapaban y los sacaban en ataúd. Logré entrar al cuarto y cuando entré no tenía nada. No le habían hecho ninguna maniobra. No estaba conectado, no tenía nada. Ahí me di cuenta que no le habían hecho nada y un enfermero me dijo, ‘es que falleció, ya ves que no había ni doctor’.  La doctora salió a decirme ‘le hicimos todas las maniobras posibles’. No me explicó cuáles, no hubo ninguna. Él estaba intacto. No lo intubaron. No había nada”, compartió Alejandra Escobar quien relató con enojo y una profunda tristeza al revivir ese día.

La lucha no termina

Alejandra sostiene que su esposo murió sin que fuera atendido para salvar su vida. El caso se ensombreció aún más cuando las mismas autoridades del hospital hicieron afirmaciones falsas –señalaron que Alejandra había firmado que no intubaran a su esposo– y cambiaron declaraciones.

Alejandra presentó ante la CODEHM su queja y llevó cada evidencia que documentó. Tardó poco más de un año de “ires y venires” para que fuera aceptada.

Como parte de las recomendaciones de este organismo, para reparar a las víctimas indirectas de vulneraciones a derechos humanos, se llevó a cabo esa disculpa pública e institucional, pero también se debe brindar atención psicológica y tanatológica, además de capacitar al personal, entre otras no menos importantes.

Durante la disculpa pública, Alejandra Escobar reclamó la presencia de las personas responsables: la directora y la subdirectora del Hospital de Jilotepec, dado que la irresponsabilidad se afinca a una cadena de omisiones entre las autoridades de este recinto.

Cindy Flores, la directora, ya no ejerce en dicho hospital, según informaron las autoridades de salud. Blanco Chavero ya no ocupa ese puesto, pero forma parte del cuerpo de atención de médicos generales del hospital. Once Noticias buscó la postura de directivos del ISEM y del Hospital, sin embargo, rechazaron emitir algunas palabras, pese a estar en un evento público y ejercer como funcionarios.

El visitador general de la región de Atlacomulco de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México, Ricardo Vilchis, dijo a Once Noticias que el reconocimiento de las violaciones de derechos humanos es sólo una parte de la recomendación 07/2022, pero que se conforma de más puntos.

La recomendación se emite cuando con el ánimo de que no haya repetición del acto reclamado”, señaló. Agregó que la trascendencia radica en que la institución de salud reconoció su responsabilidad y que la disculpa no era a nombre particular, sino a nivel institución. 

La fecha que eligió Alejandra para que se llevara esa disculpa no es fortuita, porque coincide con el cumpleaños de Pablo Josué. Afirma que ha sido una lucha difícil y desgastante, pero nadie la detendrá en la búsqueda de justicia, por lo que emprenderá acciones penales en contra de las personas responsables y de las instituciones, para evitar que a alguien más pase por la misma situación en ese Hospital, ubicado en un municipio que es considerado mayoritariamente rural.

“Justicia. Yo sé que no fui la única persona.  Yo vi muchas personas salir de aquí, vi muchas personas que entraron y salieron en ataúd. Todas salieron en las mismas condiciones que yo, sin saber qué pasó. Si no había médicos los domingos, ¿qué pasó con esas personas? ¿quiénes murieron en domingo?  ¿cómo murieron? ¿murieron igual que mi esposo?”, concluyó Alejandra.

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