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Islas Marías: un vistazo entre “muros de agua”

Las Islas Marías fueron desincorporadas del Sistema Federal Penitenciario, por lo que se convirtieron en el Centro Ecológico y Recreativo ‘Muros de Agua’.

Abordamos alrededor de las seis de la mañana uno de los aviones de la Secretaría de Marina, en la base naval, para aventurarnos a las Islas Marías

Este lugar que por muchos años, 100 para ser exactos, en su nombre cargó el miedo y el mito: una isla que fue prisión y el hogar de colonos que eran “insiliados” (una especie de exilio pero sin salir del propio país).

Aterrizaje en las Islas Marías.
Foto: María Fernanda Ruiz/Once Noticias Digital

Desde 1905 el archipiélago de las Islas Marías fue un centro penitenciario, llamado oficialmente Colonia Penal Federal Islas Marías, decretado por Porfirio Díaz, al que eran enviados lo mismo comunistas que asesinos –“los inasimilables de la sociedad”–, según el criterio de opresión que dictaba el Gobierno en turno. 

Aquí, los reos (que después pasaron a llamarse colonos) realizaban trabajos forzados, con “jornadas de espanto”, pero la isla no era una cárcel común sino que la geografía cumplía su misión: sus muros eran de agua

Escapar sólo podría ser un plan fallido, porque en esta parte del Pacífico viven diversas especies de tiburones y el litoral se encuentra a 112 km de distancia (hasta el puerto de San Blas) y a 170 kilómetros de Mazatlán, en Sinaloa, además prevalecen las fuertes corrientes marinas

Fue apenas el 8 de marzo de 2019, que las Islas Marías fueron desincorporadas del Sistema Federal Penitenciario y se decretó la creación del Centro Ecológico y Recreativo ‘Muros de Agua’, en honor al escritor José Revueltas y a su novela del mismo nombre, por lo que la infraestructura se rehabilitó para hospedaje de marinos y turistas.

El vuelo desde Ciudad de México duró tres horas, y el punto de aterrizaje fue en María Madre, la isla principal del archipiélago. Las otras islas son María Cleofas, San Juanito y María Magdalena.

Hasta tocar tierra, nos percatamos que estábamos a punto adentrarnos a una experiencia única en las Islas Marías; como testigos, unos cerros vigilantes y un muelle desde donde la libertad, para muchos, fue sólo un rumor ante la inmensidad del océano Pacífico.

De panteones y mitos carcelarios

Los días se advierten llenos de actividades y nos apresuramos para alojarnos en Puerto Balleto, el puerto principal de la isla, que en el pasado fue el campamento central. Tras un breve descanso nos dirigimos a nuestro primer punto: el camposanto . Acompañados por un sol delirante y por Francisca, Protectora de la Biósfera, visitamos el único panteón de la isla.

Francisca nos contó que en este lugar hay 210 tumbas pintadas todas de color blanco; la más antigua data de 1820 y en ella, yacen los restos de Clemencia Peña. Su epitafio reza que fue nativa de Mascota y falleció a los 57 años, un 18 de noviembre de 1820. Su hijo fue quien le dedicó este recuerdo.

En las primeras tumbas del recorrido yacen restos de niñas y niños que murieron durante una ola de paludismo dadas las precarias condiciones médicas que prevalecían en este lugar. La presencia de menores se explica porque en la década de los treinta se les permitió a los reos vivir con sus familias y la isla se dividió en campamentos, como una especie de colonias divididas.

Pero también descansan los restos de personajes que son míticos en la isla: el sacerdote jesuita conocido como el Padre “Trampitas” y José Ortiz Muñoz, alías “El sapo” (uno de los delincuentes más temidos y despiadados quien se jactaba de haber asesinado a más de 100 personas), cuya amistad rebasó la vida y sus restos descansan en el mismo camposanto.

El Padre “Trampitas” fue un recluso voluntario en las Islas Marías. Llegó en 1948, y uno de los actos que lo llevó a ser una figura mítica, según cuenta Francisca, fue convertir a fiel creyente a “El sapo”.

Pero en esta isla también hubo mujeres como la monja Concepción Acevedo de la Plata, conocida como la Madre Conchita, que purgó una condenada en la isla de 11 años, acusada de ser autora intelectual del asesinato del ex presidente Álvaro Obregón.

Así también, estuvo por 20 años el luchador Pancho Valentino, acusado por asesinar a un sacerdote.

Los espíritus más aventureros

Luego acudimos a ser testigos de la llegada del ferry, que tras zarpar desde el puerto de Mazatlán, trajo consigo a un grupo de turistas provenientes de distintas parte de la República. En su mayoría, personas mayores que buscan pasar un fin de semana en calma, lejos del bullicio citadino.

El Centro Ecológico y Recreativo ‘Muros de Agua’ cuenta con opciones para cada ánimo: para los espíritus que buscan tranquilidad y más bien un fin de semana en calma, están los recorridos históricos.

Para los más aventureros, está el senderismo. Todos los recorridos son acompañados por los Protectores de la Biosfera, quienes guían a los visitantes por la isla.

Sin embargo, hay una actividad en la que suelen coincidir ambos espíritus; en la observación de estrellas. En uno de los puntos de la pequeña playa se observa un espectáculo único al anochecer: la bóveda celeste.

Asistimos muy emocionados y mientras los Protectores de la Biosfera nos explicaban las constelaciones, tuvimos la suerte de ver la vía láctea y estrellas fugaces. Luego hubo una degustación de vinos y quesos, para acompañar el espectáculo taciturno.

La cárcel dentro de la cárcel

Pero uno de los puntos más impactantes fue la visita a Laguna del Toro, zona en la que se encuentran un Complejo Penitenciario Islas Marías de alta seguridad que mandó construir el expresidente Felipe Calderón en colaboración con su ex secretario de seguridad, Genaro García Luna (hoy acusado en Estados Unidos por sus vínculos con el crimen organizado).

Sergio Espinosa, Protector de la Biosfera, nos contó que cuando Calderón privatizó los Ceresos que dieron paso a los Ceferesos, el panista decidió utilizar a las Islas Marías como laboratorio para poner a prueba estas cárceles y a su estrategia de seguridad; luego lo extendería a todo el país. 

Foto: Néstor Romo Once Noticias Digital

Si bien los presos ya estaban confinados en una isla, la puesta en operación de este complejo carcelario representó una de las peores violaciones a los derechos humanos, porque se decidió construir una cárcel con celdas de cemento y barrotes de hierro, en un lugar en donde las temperaturas veraniegas rebasan los 40 grados centígrados.

Pero al no haber a quienes encerrar, porque vivían en semilibertad, se ordenó encerrar a los colonos. Los argumentos que se usaban para encerrarlos era que rompían reglas al interior de la isla.

La construcción de este Complejo Penitenciario tuvo un impacto: los campamentos en donde vivían los colonos fueron divididos en cinco Ceferesos, lo que generó una marcada división social entre los habitantes.

La sobrepoblación carcelaria de este Centro alcanzó a más de 8 mil reos, lo que llevó, a que en 2013 se amotinarán debido a las condiciones de hacinamiento, por la falta de alimentos y agua. Ahora es memoria, pero los restos de este lugar, hacen que la piel se erice, porque aunque no dista de una cárcel como en el espacio continental, la mega construcción implicó ser un laboratorio del sexenio calderonista.

Tras el cierre definitivo, en 2019, de los 656 presos que vivían en la isla, al menos 200 personas fueron liberadas y el resto fueron trasladadas a otros centros penitenciarios en el país. 

Al salir de este lugar, tuvimos la oportunidad de visitar el Mirador Punta Halcones, un panóptico costero ubicado al norte de la isla. Desde aquí, en la punta del cerro, el viento ulula y se observa tan claro el azul turquesa del mar que hipnotiza a quien lo contempla.

Este mar fue inspiración para el escritor duranguense, José Revueltas, quien estuvo dos períodos preso en las islas, durante su juventud, cumpliendo condenas por oponerse a la opresión de la época y defender las causas de los oprimidos. 

En homenaje a los 100 años del nacimiento del escritor, por cierto, los antiguos internos pintaron un enorme mural que yace al interior del Auditorio. Sobre el camino hay una pequeña placa con un fragmento de su famosa novela, que también da nombre a este Centro de Educación Ambiental y Cultural, publicada en 1941.

Los días todavía son largos y a nosotros nos queda mucho por recorrer. Es inevitable separar el mito de la isla con la memoria reciente. Es inevitable no pensar en los reos que estuvieron en este lugar mirando con reproche a esos inmensos muros de agua y en donde ellos, tal vez, se convirtieron también en isla.

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