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La mujer en la vejez, “un momento de resignificar la vida”

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2020 residían en México 15.1 millones de personas de 60 años o más, que representan 12% de la población total.

En un comparativo entre censos de 1990 y 2020, se indica que la población de 60 años y más pasó de 5 a 15.1 millones, es decir, de 6% a 12% de la población total, respectivamente. Este incremento evidencia el proceso de envejecimiento que se observa a nivel mundial.

Por grupos de edad, en 2020, 56% de las personas adultas mayores se ubicaban en el grupo de 60 a 69 años y según avanza la edad, esto disminuye a 29% entre quienes tienen 70 a 79 años y 15% en los que tienen 80 años o más.

La estructura es similar entre hombres y mujeres, destacando que la proporción es ligeramente más alta en las mujeres, ya que hay 6.4 % de mujeres contra 5.6 % de varones. Las mujeres viven en promedio 78 años mientras que los varones 73 años.

MxCity/Jardín de Chapultepec de Adultos Mayores

Si bien las mujeres son más longevas, esto no quiere decir que vivan su vejez en mejores condiciones; por el contrario, hay problemas que se agudizan en esta etapa, derivadas de desigualdades estructurales de género vividas a lo largo de la vida.

La condición de género se refiere a todas aquellas creencias e ideas dentro de una sociedad, acerca de los roles y actitudes que se asignan a las personas en función de su sexo. Estos roles de género han colocado en desventaja a las mujeres, a quienes históricamente se les había asignado actividades relacionadas al espacio doméstico, como la reproducción biológica, la crianza de hijas e hijos, labores de cuidado y trabajo doméstico, privándolas de la oportunidad de acceder a una educación formal, insertarse dentro del mercado laboral y con ello obtener independencia y autonomía.

En la UNAM, el Centro de Investigación y Estudios de Trabajo Social en Gerontología (CIETSGE), perteneciente a la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) con la dirección de la Mtra. Graciela Casas Torres, se hace investigación en el tema de gerontología con una visión de trabajo social. El CIETSGE maneja tres áreas de trabajo: docencia, investigación y extensión de la cultura. Actualmente, se desarrollan los siguientes proyectos:

Además, este centro de investigación mantiene relaciones externas, nacionales e internacionales, con diferentes instancias que tienen que ver con las personas mayores como el INAPAM, Comisión de Derechos Humanos nacional y de Ciudad de México, organizaciones de la sociedad civil, hasta cuestiones de política pública, que es parte del perfil del trabajador social.

De acuerdo con la maestra Graciela Casas han colaborado con la primera ley que se hizo para las personas mayores y la última para la Ciudad de México: Ley de Reconocimiento de los Derechos de las Personas Mayores y del Sistema Integral para su Atención de la Ciudad de México; asimismo, han participado en foros de la CEPAL y en la ONU.

¿Qué es la vejez?

Para la maestra Graciela Casas, la vejez es un proceso individual donde cada quien lo va viviendo de acuerdo con su historia de vida. Se presentan situaciones psicológicas, biológicas sociales y económicas, y literal es “el final de la vida”. Para ella, el término “vejez” es correcto; sin embargo, comenta que todavía hay una larga discusión al respecto, que tiene que ver con que no nos gusta “lo viejo” porque está vinculado a lo inservible, en desuso, caduco, algo que no funciona.

“Para mí es un momento de resignificar la vida … así como decimos hay muchos México, pues hay muchas vejeces”, Mtra. Graciela Casas.

De acuerdo con la Mtra. Casas, no hay un ideal de vejez, pero si buscáramos términos que engloben a la humanidad esto podría ser: poder hacer lo que más nos guste el mayor tiempo posible, que está vinculado al concepto de “Envejecimiento activo y saludable”.

“Si hay mujeres que su fascinación en la vida es cocinar, que sigan cocinando; si hay mujeres que nunca en la vida quieren cocinar y que quieren pasear, que vayan a pasear, lo mejor sería que pudiéramos elegir”, Graciela Casas.

La complejidad de la vejez

Los hombres y mujeres mayores no tienen actividades específicas por hacer, “la sociedad no ha dicho para qué sirven, que no sea ser abuelos, porque ya más no podemos ser”, dice la Mtra. Casas.

“¿Dónde estamos los viejos?”, se pregunta la especialista. Hay una invisibilización de las personas en esta etapa de la vida. Además, en el esquema económico dominante, se acentúa la “no productividad” de los adultos mayores, al grado de haber una corriente de pensamiento que considera, por ejemplo, que las pensiones para los adultos son un desperdicio.

Los adultos mayores quieren y merecen envejecer con dignidad y con derechos, y las mujeres en particular deben hacer valer el derecho de poder hacer lo que quieran con autosuficiencia física y económica.

“El día que tengamos una historia plena de derechos, lo derechos humanos de los viejos no serán necesarios, se habrán cubierto todos en el transcurso de la vida, pero está muy lejos de que eso suceda”, Mtra. Graciela Casas.

Los paradigmas de la vejez

Con una visión de trabajo social, la Mtra. Casas considera que hay tres paradigmas para atender las problemáticas de las personas mayores.

1.- El problema. Gente con analfabetismo, sin recursos, sin vivienda, con maltrato y abandono, que hay atenderlos con visión de derechos.

2.- El reto. Se refiere a mantener la salud para poder ser autosuficientes en el sentido de movilidad. Estamos en la década del envejecimiento saludable. De acuerdo con la especialista, las mujeres viven más que los hombres.

3.- La oportunidad o “la ganancia del envejecimiento”: “La oportunidad que nos permite la longevidad de resignificar nuestro rol de personas mayores siempre con visión de género y con derechos humanos”. Nunca en la historia de la humanidad había un número tan grande de gente adulta a nivel mundial, un grupo de población que está ávido de hacer cosas.

Además de ello, de acuerdo con Amparo Suay, periodista experta en envejecimiento, el hecho de ser mujer es un factor que genera importantes desigualdades en la última etapa de la vida, debido muchas veces a su estado de salud físico y mental, a las diferencias en la morbilidad, al mayor impacto del deterioro en la mujer por factores socioeconómicos y culturales.

La mujer y la economía

Al respecto de las diferencias entre hombres y mujeres en la edad adulta, como a lo largo de la vida, contundentemente sí las hay, y más aún, se acentúan. De acuerdo con la Mtra. Casas, el punto más importante de la diferencia es la autosuficiencia económica.

Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo en su nueva edición (ENOEN), durante el primer trimestre de 2021 la tasa de actividad económica en los adultos mayores es de 29 %. En los hombres (45%), esta tasa es casi tres veces mayor al de las mujeres (16%).

Hasta hace poco tiempo, las mujeres contaban con ingresos económicos menores que los hombres, dado que no eran receptoras de pensiones no contributivas, al no haber cotizado el tiempo exigido para alcanzar las prestaciones del nivel contributivo. 

Hoy en día, las mujeres ya pueden contar con su pensión no contributiva, que se da para que todos los adultos mayores cuenten con un piso mínimo de ingreso aún sin haber cotizado y prevenir que experimenten situación de pobreza), y esto hace la diferencia según la Mtra. Graciela Casas, ya que les permite resolver comida y medicamentos, etc.

“Las mujeres que nunca han trabajado y que nunca han tenido sus propios ingresos, por eso es maravillosa la pensión no contributiva que este Gobierno ha dado … cómo la voluntad política en un momento dice –pues antes no tenías y ahora tienes- y es la diferencia para muchos”, Graciela Casas.

La historia de las mujeres sobre la subyugación de dependencia de los hombres aún permea.“… hay mujeres que nunca tuvieron dinero propio, que haya recibido un sueldo por su hacer, que no obtuvo más que el dinero que dio el marido, si es que acaso le tocó. Sabemos la historia de mujeres que no se divorcian por eso, que no tienen oportunidades o que cuando entramos al campo laboral hay que soportar salarios más bajos; hay que también cuidar a los hijos, estar atendiéndolos, pero entonces sigue siendo hasta el final de la vida una desventaja enorme”.

Las pensiones no contributivas son un reconocimiento al trabajo de toda la vida, y sobre todo al de las mujeres, a ellas a quienes nunca nadie les dio dinero.

“Para ser feliz, hay que ser autosuficiente”, Mtra. Graciela Casas.

Por otro lado, hay un grupo de mujeres en esta generación que se incorporaron al mercado laboral desde jóvenes y que hoy si gozan de la pensión contributiva. Una generación que creció con el feminismo, “… y que no nos confirmamos con ser las abuelitas de la mecedora ni el tejidito”, dice la especialista.

Las mujeres podrían comenzar a ser revaloradas en la etapa adulta dentro del seno familiar, sin duda, a partir de un ingreso propio.

Foto de Ron Lach en Pexels

La mujer y el cuidado del otro

Acompañada de la falta de autonomía económica, otra diferencia y desventaja de las mujeres respecto al envejecimiento radica, según la maestra Casas, en una tarea que se nos ha impuesto al principio y al final de la vida: el cuidado de los otros.

¿Quiénes cuidan?, las mujeres. El cuidado es una necesidad para la sociedad, es un trabajo y éste no es remunerado ni reconocido, y como mujeres se les suma en automático.

“Nuestros hijos van creciendo y tienen hijos, y nos volvemos cuidadoras de los nietos”, a veces por gusto, pero hay también mujeres que no se atreven a poner este punto y aparte con sus hijos porque la red primaria, que es la familia, se trastoca si se pone ese límite”.

“Tú que no estás haciendo nada, tu que no tienes que salir a trabajar, tú te puedes hacer cargo”.

Pero también, dice la especialista, está el vínculo de la solidaridad, de las mujeres con las mujeres (mamá / hija), donde debe haber apoyo para que la mujer joven se desarrolle. En este sentido, mujeres jóvenes y mujeres mayores, permanecen en este “cuidado del otro” permanente.

La mujer, su autoaceptación y su autorechazo

Canas, arrugas, llantitas, flacidez, etc., las mujeres son valoradas en la juventud en función de su aspecto y su maternidad, al llegar la vejez eso ya no existe, entonces “ya no hay más que hacer ni que ser”, de ahí el proceso de la autoaceptación o autorechazo. También, las mujeres mayores entran en la competencia con aquellas más jóvenes.

De acuerdo con la maestra Casas, el problema radica en los estereotipos de querer parecer joven cuando ya no se es. “Está bien tener la actitud de querer la vida, de querer estar, de querer participar, pero no quiere decir que estés joven, y no está mal”.

En esta etapa las mujeres viven, en mayor medida que los hombres, los duelos imperceptibles como perder la fuerza, la autonomía, etc., son temas que se vinculan con la depresión, la autodevaluación y con la tristeza.  

La mujer y la participación social

Otra gran diferencia entre hombres y mujeres, y que también se acentúa con la edad, es la participación social.

Las mujeres tienden a ser más participativas en comunidad: pueden ser emprendedoras, estudiar, participar en la organización de grupos colectivos, unirse a las causas sociales y hacer voluntariado en menor medida.

Asimismo, la maestra Casas considera que un área de oportunidad para las mujeres es que tienen la posibilidad, más que los hombres, de seguir construyendo al interior de la familia redes sociales, la posibilidad de mantener la armonía, el vínculo afectivo.

Foto de Andrea Piacquadio en Pexels

Finalmente, podemos comentar que hombres y mujeres no somos iguales, y que estas diferencias se marcan más en la vejez; sin embargo, sí tenemos los mismos derechos.

Para las mujeres en etapa adulta es importante exigir esos derechos y reconocerse como valiosa, autónoma, bella, acompañada y, muy importante, con un “proyecto de vida”, lista para vivir la última etapa.

Mtra. Graciela Casas Torres

En los últimos 20 años Graciela Casas ha trabajado la línea de investigación sobre adultos mayores dirigiendo o participando en proyectos de investigación en la UNAM sobre “Áreas potenciales de intervención del trabajador social: gerontología y salud”, “Modelo de intervención social con personas adultas mayores” y Perspectivas del envejecimiento en la población académica y administrativa de la Universidad Nacional autónoma de México. Destaca la asesoría que brindó para la creación de la nueva Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores para el Distrito Federal, publicada en 2002.

Es creadora y coordinadora del diplomado “Envejecimiento Exitoso” que se imparte en el Centro de Educación Continua de la ENTS, el cual se encuentra en su 11ava generación.

Recientemente creó el Centro de Estudios de Trabajo Social en Gerontología. Los productos de su línea de investigación le han merecido premios e invitaciones especiales. Tiene más de 30 artículos publicados en revistas especializadas, en libros y manuales.

Para conocer más sobre este tema puedes consultar:

Casas Torres, G. y Zamora Carrillo, E. (coord.) (2021) Evidencias Internacionales de Trabajo Social en Gerontología. LIBRUNAM 2100503 (libro electrónico) | ISBN 9786073042291 (libro electrónico).

Descarga libre: http://www.trabajosocial.unam.mx/publicaciones/index.html

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