Este 2 de octubre se cumplen 56 años de la masacre de Tlatelolco. Durante largo tiempo, la historia del movimiento estudiantil, gestado en los sesenta, fue contada por sus líderes; todas esas voces de hombres.
Sin embargo, las mujeres también tuvieron un papel relevante en el movimiento estudiantil y cuyo legado llega hasta nuestros días.
"La historia siempre ha sido androcéntrica. Entonces, quienes empezamos a estudiar con una perspectiva de género, nos vamos dando cuenta de que hay que recuperar la historia de las mujeres", detalló Gloria A. Tirado Villegas, investigadora de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), a Once Noticias Digital.
Las rebeldes del 68 sentaron las bases de la segunda ola del feminismo que llegaría en los setenta. Ellas cambiaron la historia de las mexicanas y los procesos de organización de los movimientos estudiantiles.
Las desafiantes del 68
Las mujeres del 68 desafiaron a todo un sistema, por un lado, a los estereotipos de género.
“Era otro México, otro tiempo”, recordó Ignacia Rodríguez Márquez “La Nacha”, jefa de Finanzas del Comité de Lucha de la Facultad de Derecho (UNAM) y ex presa política del 68.
En entrevista con Once Noticias Digital, agregó que, incluso, hubo una lucha para que las minifaldas, que recién aparecían, fueran permitidas.
“No querían que lleváramos minifaldas. Los maestros que a mí me tocaron, a las mujeres de esa generación, eran misóginos. A nosotras nos decían que para qué estudiábamos, que nosotras debíamos lavar trastes, cocinar, cuidar niños, qué para qué queríamos ser abogadas”, lamentó “La Nacha”.
Myrthokleia González fue la primera mujer que egresó de la Escuela Técnica Industrial (ETI), Wilfrido Massieu, (hoy CECyT 11), del IPN.
Recordó que en el movimiento estudiantil de esta institución, “eran pocas mujeres, pero sí participaron, a escondidas de los padres, porque no nos dejaban”.
Se enfrentaban a una sociedad que se resistía a cambiar, en medio de una época marcada por el rock & roll, que estimulaba a una juventud sedienta de transformación.
Pero el frenesí de la guitarra, venía acompañado, también, por cambios que impactaron a las mujeres. Apenas en 1953, la mujer había votado por primera vez y apareció la píldora anticonceptiva.
Tras las primeras movilizaciones estudiantiles de julio de 1968, las estudiantes de todas las escuelas y facultades se involucraron en diversas actividades. Muchas de ellas, eran brigadistas y salían a las calles para informar al pueblo.
“Decidimos que no íbamos a cocinar ni íbamos a ser damas de compañías sino que queríamos participar en las brigadas”, sentenció “La Nacha”, ahora integrante del Comité 68.
En ese mismo tenor, Myrthokleia recordó el ímpetu que tenía para sumarse al Consejo Nacional de Huelga.
“Me decían que yo, [estaría] en la cafetería para darles de comer y desayunar y de todo. Y les dije, ‘ah, no, yo no sé nada de eso’. Me fui para el Consejo Nacional de Huelga. Mi papel era estar en las asambleas allá en el Consejo y ya en los acuerdos, irnos a informar a mi escuela”.
Pero también hubo madres, obreras, maestras, intelectuales y trabajadoras domésticas que se sumaron al movimiento estudiantil, porque la aspiración no se limitaba a cambiar las condiciones universitarias, sino de combatir la represión que imperaba con los gobiernos del PRI, liderado por Gustavo Díaz Ordaz. Se buscaba un cambio de fondo y estructura.
Huir de la represión
Por otro lado, desafiaron a un Estado autoritario. Fueron perseguidas y encarceladas, como Myrtho, quien tenía 23 años, cuando ocurrió la matanza del 2 de octubre.
Fue elegida para ser maestra de ceremonia del mitin que se dictaría desde el tercer piso del edificio Chihuahua, en Tlatelolco.
Desde ese lugar, vio las luces de bengala y fue testigo de la balacera que se desató en contra de los miles que asistieron a la Plaza de las Tres Culturas.
Fue detenida junto al resto de dirigentes del CGH y trasladada al centro ilegal de detenciones, Tlaxcoaque, luego fue llevada al Hospital de Balbuena. Gracias a una enfermera escapó y logró refugiarse en otras entidades, pero la persecución duró años.
“Fui presa política y a la vez prófuga de la justicia”, sentenció la activista a Once Noticias Digital.
“La Nacha” Rodríguez fue encarcelada tres veces por su activismo. La última vez estuvo junto a la líder estudiantil Roberta Avendaño, “La Tita”, su amiga, en Santa Martha Acatitla. Ambas purgaron condenas de más de dos años.
“Antes de ser metida en Lecumberri y en Santa Martha nos secuestró la [Dirección] Federal de Seguridad. ¿Quién estaba al mando? Nazar Haro. ¿Y quién pagó? Se fueron. Han muerto sin pagar nada. Echeverría se fue casi un zombie y qué pagó. No pagaron nada”, sentenció “La Nacha” bajo una breve lluvia de octubre.
Ellas, las rebeldes del 68 y otras que han pasado a la historia como anónimas del movimiento estudiantil, dejaron un legado que se manifiesta en la democratización del país.
Aunque el estudio sobre las mujeres del movimiento estudiantil del 68 comenzó en los 2000, existe un avance relevante, gracias a los estudios feministas, enfatiza Tirado Villegas.
Las nietas y bisnietas gozan de la conquista de sus derechos, y aunque hay desafíos, fueron las rebeldes del 68, las que plantaron la semilla para continuar la lucha.