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Los maestros rurales

Los maestros rurales iniciaron en 1922 con el proyecto “Maestros Ambulantes en Misiones Culturales” de José Vasconcelos. Estas misiones llevaban a un profesor y una enfermera a las comunidades alejadas de las urbes para enseñar a leer y escribir a los niños y adultos. Con los años fue avanzando y pasaron de ser Misiones Culturales a Centrales Agrícolas, luego se llamaron Regionales Campesinas y hoy las conocemos como Normales Rurales.

 

Once Noticias habló con una estudiante y practicante de esta profesión para explicar su importancia en el territorio nacional.

 

Tenemos nuestras prácticas en línea. A mí me tocó un preescolar donde no había nada. A la gente se le hace fácil descargar aplicaciones digitales como classroom o zoom, pero no todos los niños y estudiantes tienen esa posibilidad. Hay carencias iniciales como no tener luz o señal, ya no se diga celulares y televisiones. Entonces imagínate todo lo que tenemos que hacer”, señala la estudiante que prefirió reservar su nombre por seguridad. 

 

En Chihuahua hay de todo. En el centro hay niños que tienen sus celulares con las aplicaciones, pero ¿qué pasa en las orillas donde a veces ni siquiera hay luz? Es ahí a dónde queremos ir, porque ese es nuestro objetivo: educar a los que nadie quiere educar. Eso es lo que pasa, nadie quiere perder sus comodidades o en este caso derechos como la luz y el agua. No necesitamos lujos para dar una clase de calidad. Lo que hace buena una clase, es un buen maestro. Y lo que hace a un buen maestro rural es la pasión por la educación”, afirma la docente. 

 

“Es muy complicado llegar a las comunidades, ir a donde nadie quiere ir. Nosotros de viva voz sabemos lo que es no tener una buena educación, por eso pedimos una buena educación para nosotros”.

 

En las Normales uno aprende a levantar el lugar donde viven nuestros animalitos, el cuidado de los cerdos, a sembrar verduras o lo que sea, a darle mantenimiento a nuestros techos. Para el día que tengamos que ir a una comunidad, sepamos trabajar y dejar esa marca como maestros. Que la gente vea que somos pueblo para el pueblo, no sólo una institución que llega y les enseña a leer y ya. Eso es lo que aprendemos en cuatro años de carrera”.

 

Con la pandemia es más complicado para los maestros, señala la normalista. Las evidencias de sus clases y avances se entregan vía WhatsApp. Ellos tienen que internarse en la sierra, la montaña, la costa, la selva o el desierto y llevar las actividades del programa Aprende en Casa y dejar un cuadernillo con tareas. Después regresan cada 15 días a la comunidad, recogen el cuadernillo y mandan sus evidencias a los directivos. El contacto se difuminó con el virus y la esencia de la educación rural resiste gracias a la solidaridad y la pasión por la docencia. 

 

Nuestras normales están en pie y se sostiene por la base estudiantil, pero esta base necesita el presupuesto para seguir. Si decae el presupuesto, decae la matrícula y por lo tanto decae la educación en las comunidades”.

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